El Heraldo
Óscar Figueroa en 1998. Cortesía
Deportes

"Un campeón olímpico nace y Óscar nació para eso": Manjarrés, entrenador que lo formó

Dos personas fundamentales en la carrera deportiva de Óscar Figueroa fueron Damaris Delgado y Jáiber Manjarres, forjadores de un medallista eminente.

Callado, reservado, concentrado, determinado y disciplinado, son los adjetivos -que según los dos entrenadores que le dieron los cimientos- describen al medallista olímpico que la noche de este lunes le regaló una nueva alegría dorada al país. El ocho de agosto de 2016, Colombia se vistió nuevamente de oro en su historia, luego de que Óscar Figueroa, pesista antioqueño lograra levantar 318 kilos que pusieron a soñar a un país.

La halterofilia se convirtió en la pasión y la vida de una persona que, según Jáiber Manjarrés (entrenador de Óscar por más de 15 años), llegó por casualidad al levantamiento de pesas. “Él llegó por azar, le gustó y se quedó”, cuenta.

Pero sus inicios se remontan varios años atrás, cuando Figueroa tenía nueve años y llegó desplazado por la violencia de Zaragoza, Antioquia, a Cartago en el Valle del Cauca.

Él, su madre cabeza de Hogar y sus cuatro hermanos llegaron a la fundación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar Teresita Cárdenas de Cándelo, donde años más tarde fue descubierto por Damaris Delgado, la mujer que le dio las bases y los cimientos en esta disciplina.

“Cuando yo lo conocí tenía 11 años, era un niño muy callado y delgadito. Mi hermana Carmenza lo reclutó y entre las dos empezamos a formarlo en este deporte”, cuenta  Damaris Delgado.

Óscar Figueroa ( vestido todo de blanco) junto a compañeros y su entrenadora en el momento, Damaris Delgado.

Su contextura física no determinó su potencial, pues según Delgado aunque era un niño “menudito” tenía mucha fuerza, característica que demostró en cada entrenamiento.

“El siempre mostró mucha fuerza y aunque era callado y reservado era muy acomedido. Prácticamente se hizo parte de la familia, se terminó de criar con nosotros porque mantenía mucho conmigo”, recuerda Delgado.

Aunque Óscar ya había practicado “desordenadamente” otros deportes como el fútbol y el baloncesto, fueron las pesas las que lo enamoraron, al punto de que convertirse en su estilo de vida.

Ser desplazado por la violencia no se convirtió en el rotulo que lo acompañaría siempre. Aunque fue algo que “tristemente” vivió en su infancia, fue lo que determinó el camino que tomaría, el cual lo condujo hasta una barra con tortas de muchos kilos que lo harían grande en un deporte que es “para machos”.

Según recuerda Manjarrés, en 2003 antes de los Juegos Olímpicos de Atenas (2004) Figueroa se lesionó, motivo que lo mantuvo fuera de las prácticas por unos meses, pero su determinación hizo que se recuperara y compitiera quedando de quinto en la categoría de los 66 kilogramos.

En Pekín (2008) se repitió la historia, una lesión en una de las vértebras cervicales lo alejaron casi un año de los entrenamientos, sin embargo su convicción fue más fuerte. Hizo que siguiera con prudencia los lineamientos de los profesionales para estar preparado para volver a competir, al punto de lograr la plata en Londres 2012.

Manjarrés enfatiza que el medallista “es una persona que no solamente tiene la aptitud, si no la actitud, es decir la capacidad mental que debe tener un atleta para lograr los objetivos, eso es lo que a él lo ha llevado obtener una medalla olímpica”.

En enero tuvo otra lesión y fue operado de dos hernias, pero eso no lo detuvo, se recuperó  y siguió entrenando para ser campeón olímpico. A él los dolores no lo detienen, afirman los entrenadores.

Óscar Figueroa, el ser humano

Damaris Delgado lo conoce desde su pubertad, y desde que era un niño se ha mostrado como una persona callada y reservada, pero muy servicial, agradable y querido. “Él es un ‘pelao’ muy colaborador, siempre le ha gustado ayudar a los demás”.

Su formación en el deporte también ha hecho que en la vida se mantenga direccionado hacia sus objetivos, las bases que le enseñó la halterofilia y el deporte como tal han contribuido al hombre que es hoy.

Ni un dolor de muela lo detiene

Una de las anécdotas que recuerda la que fue su primera entrenadora es de unos Juegos Departamentales que se desarrollaron en Cartago, “a Óscar se le hinchó la cara a causa de una lesión en una muela, pero eso no lo detuvo. Una noche antes de su actuación la hinchazón se complicó y tuvo que ser tratado con calmantes para el dolor y pastillas para bajar la inflamación y así compitió, con la cara toda hinchada”.

Figueroa es el quinto de izquierda a derecha. 

Una promesa a la camada

La medalla de oro que ganó el pesista le dio la tranquilidad a Damaris Delgado del deber cumplido, pues ella le prometió a Figueroa y a sus compañeros, en una de esas tardes de entrenamiento, que uno de ellos iba a llegar a ser nivel olímpico. “con uno que llegara a esas instancias mundiales, yo quedaba satisfecha, porque así fuera uno yo iba a llevar a ser campeón olímpico. Él y Edwin Mosquera son dos de esa camada que lograron llegar”.

El Óscar olímpico tenia destinado ser campeón de halterofilia en unas justas, esta vez se le dio en Río de Janeiro después de mucho entrenamiento, disciplina, convicción y determinación, él había nacido para eso, estaba en su ADN.

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