El Heraldo
Nabil en compañía de su padre José Crismatt. Archivo particular
Deportes

“Nabil era inquieto en el colegio, su pasión era el béisbol”: José Crismatt

El papá del pitcher de Cardenales recuerda los días en que lo llamaban del Marymount a ponerle quejas de su hijo, que solo pensaba en lanzar y batear.

La emoción está fresquita. A José Crismatt, padre del lanzador Nabil Crismatt Abuchaibe, todavía se le siente la alegría del debut de su hijo en Grandes Ligas, en la noche del pasado lunes. Ya es martes en la tarde y no está gritando a los cuatro vientos (“¡Lo ponchó nojodaaaa! ¡Lo ponchó”), como se le vio en un video que se volvió viral en redes sociales unas horas después del estreno de su retoño con los Cardenales de San Luis, pero se nota, en su actitud afable y en el tono de su voz, que se mantiene pletórico.

“Joda es que esta vaina ha sido todo un proceso. Significa mucho para mí y para toda la familia, ese siempre fue su sueño”, dice don José en diálogo con EL HERALDO.

Ha dormido poco. Entre la felicidad que le genera la llegada de Nabil a Las Mayores y las llamadas y mensajes que ha recibido de familiares, amigos, periodistas y hasta desconocidos, se le ha ido todo el tiempo desde la noche del lunes hasta el martes en la tarde.

“Solo pude dormir dos horas. Esto ha sido increíble. Tengo que sacar tiempo para contestar ese montón de llamadas y mensajes. Han aparecido hasta amigos del colegio de los que tenía años sin saber nada”, cuenta riéndose.  

Nabil Crismatt y su madre Mónica Cecilia Abuchaibe Abuchaibe. Archivo particular

Esto es un capítulo de satisfacción en medio de una larga historia de lucha, incertidumbre y pasión. Nabil, el menor de tres hermanos de la unión matrimonial que existió entre José Crismatt y Mónica Cecilia Abuchaibe Abuchaibe (el mayor es Emilio y el segundo es Esteban),  lleva el béisbol en la sangre. Su abuelo, el cartagenero Alfredo Crismatt, y su tío-padrino, que también se llama Alfredo, lo practicaron por muchos años y él comenzó a agarrar el bate y la manilla cuando apenas tenía “tres o cuatro” calendarios de existencia, según su padre, quien fue exponente del sóftbol a nivel aficionado.

La familia también tiene tradición en la aviación (el abuelo, el padre y el tío fueron pilotos), pero Nabil prefirió poner a volar la pelota caliente y su más grande sueño.

En el campo de Bosques del Norte, en Pequeñas Ligas, de la mano de Ana de Peláez y sus instructores, Nabil comenzó a quemar la energía con la que inundaba los salones del colegio Marymount y dejaba sin aliento a más de un profesor. 

Nabil Crismatt jugando en Pequeñas Ligas en el campo de béisbol de Bosques del Norte. Archivo particular

“El man era tremendito. Bastante inquieto”, recuerda ‘Jocho’, como conocen al progenitor de Crismatt. “Una vez una profesora me puso unas quejas de él y yo le dije: dígale que si se porta mal, no puede ir a béisbol esta tarde. Esa era la solución, pero la profesora me dijo que no podía corregirlo de esa forma”.

“Era hiperactivo, no se quedaba quieto, me tocaba ir todos los días. Lo saqué de allá y lo llevé al Liceo Campestre, y después al American School”, rememora José Crismatt. “Yo vi que lo que le encantaba era el deporte y lo apoyamos mucho en eso”, agregó.

En el colegio se ponchaba, pero en el campo de béisbol se lucía. Siempre se puso entre ceja y ceja llegar a Grandes Ligas. En noviembre de 2010, el cazatalentos dominicano Miguel Delgado hizo un ‘try out’ en Barranquilla y le gustó la forma de lanzar de Nabil. Habló con sus padres y les pidió llevárselo a República Dominicana para elevar su nivel.  

Al llegar a territorio dominicano en enero de 2011, la persona que lo fue a buscar al aropuerto se dejó llevar por las apariencias y le dijo a la esposa de Delgado, en cuya casa se iba a quedar Nabil: “Ese muchachito no va durar más de dos días aquí”.

Nabil Crismatt tras ser firmado por la organización de los Mets de Nueva York.

Se equivocó de cabo a rabo el hombre. Un año y ocho meses después, contra los pronósticos pesimistas, Nabil se destacó en la Liga de Prospectos y los Mets de Nueva York, a través del cazatalentos dominicano Ismael Cruz, lo firmaron a cambio de un bono de 35 mil dólares, según lo que recuerda su papá.

De ese dinero ni Crismatt ni la familia vieron un peso. “Los pelaos se fueron a ver un juego de los Tigres de Licey y la persona a la que le dejaron la plata se fue y no apareció más. Él decía que no importaba, que él se iba gratis. Siempre me dice: la plata que no me gané con el bono te la voy a recuperar en Grandes Ligas”.

Después de la firma, a principios de 2013 comenzó un extenso y duro proceso, con altos y bajos, en el que por fin, a los 26 años, alcanza lo que tanto había anhelado desde chico, jugar en Grandes Ligas. Y va por más. Por eso la dicha del viejo José.

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