El Heraldo
Uno de los receptores de la novena de los Spartans, Julián Villalobos, entrenando su poder con el madero. Hansel Vásquez.
Deportes

Los Spartans: el acento venezolano llega al béisbol criollo

Esta es una de las siete novenas que participa en el Torneo de Verano de la primera categoría que se disputa en el estadio Édgar Rentería. 

El reloj marca las 10:22 de la mañana. En el popular Barrio Abajo, exactamente en la carrera 52 con calle 46-64, me recibe Víctor Cordero, el gerente de los Spartans, novena con raíces venezolanas que participa en el Torneo de Verano Copa Miller Lite-Olímpica, en el estadio Édgar Rentería.

Atravesando una puerta de zinc, ubicada al fondo de un extenso pasillo al que se accede tras cruzar una serie de baldosas blancas, están resguardados 15 peloteros  junto a una jaula de bateo.

Uniformes de color vino tinto caminan de un lado a otro. Ninguno está inmóvil. Al lado derecho tres serpentineros sintonizan sus movimientos, mientras Richard Escobar, coach de banca, le mide la dinamita a los bateadores al otro extremo. “Dale, dale, más fino. Solo toca la bola, un toque”, repite una y otra vez Escobar, quien llegó a Barranquilla el 24 de febrero de 2018 buscando un mejor porvenir para él y sus familiares.

“Somos un grupo de venezolanos que salimos de nuestro país por las circunstancias que todos conocen, buscando oportunidades. Empezamos entrenando sóftbol recreativo en Santo Domingo,  luego en el Campestre. Todo se enfocó en la parte recreativa, pero luego nuestro objetivo era demostrar que tenemos la seriedad, la constancia y salieron los Spartans en la primera categoría de béisbol. Nuestros coaches e instructores y los encargados del equipo son venezolanos. El objetivo es desarrollar el talento de Barranquilla. Que el pelotero de acá no vea esto solamente como un deporte, sino como su trabajo”, cerró Escobar, férreo seguidor de los Navegantes del Magallanes.

El instructor, de 43 años, que jugó como infielder en sus épocas de pelotero, rompió en llanto cuando habló de las personas que tiene en su natal Valencia.

“Dejé dos hijos, de 9 y 11 años, dejé a mi esposa embarazada (interrumpe la grabación)”...

“Para nosotros –prosigue– no ha sido fácil porque llegamos a una ciudad donde no nos conocen, somos rechazados por muchas conductas de ciertas personas y no los culpamos a ustedes, pero hemos demostrado que no todos somos así. Nuestra diferencia es que vamos a trabajar todos los días. Tenemos que trabajar duro para poder mandar dinero a Venezuela y aspiramos traer a nuestras familias”.

El inicio. Cordero, estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad del Norte, le dio vida al proyecto los Spartans hace ocho meses y dos semanas antes del inicio del Torneo de Verano, tras la ausencia de una delegación, recibieron el aval para hacer parte del campeonato.

“El tema de la primera categoría en el béisbol se inició a principios de año  cuando el torneo iba a darse en abril. Teníamos el objetivo de formar un equipo mientras se organizaba la idea de una academia, pero desistimos porque ya estaban los ocho equipos. Luego, dos semanas antes del inicio del torneo, nos avisaron que un equipo no estaba y nos dieron el chance”.

A partir de allí empezó una contrarreloj para Cordero, Escobar y el mánager Ender Barboza para encontrar un equipo competitivo y que estuviera a la altura. “Recibimos 50 peloteros, se hicieron tres cortes y se fueron filtrando hasta tener el roster de 25. Formamos a dos profesionales de Cartagena (Cristian Olmos y Wílder Aguirre) que teníamos referenciados. Ellos aceptaron y de momento todo ha estado en orden”, agrega Cordero, de 23 años.

Los jugadores de la Heroica, ambos lanzadores, reciben un pago por parte de la Federación Colombiana de Béisbol, la cual autoriza su presencia. Los Spartans, a su vez, le conceden una bonificación. Los demás peloteros, que son amateurs, reciben el apoyo en cuanto a los desplazamientos ya que tienen un transporte que los recoge en un sitio fijo.

“Le prestamos el servicio de transporte a los peloteros. La idea es que no costeen nada y cumplirles con el refrigerio. Más adelante, si logramos obtener un patrocinio, ya podríamos hablar de una bonificación. Sabemos que el torneo es largo y muchos trabajan. Nuestro compromiso va más allá”, explica Cordero.

El sello. ‘Bucaneros’ era, en primera medida, uno de los nombres destinados al proyecto en territorio barranquillero, pero a Cordero se le ocurrió un rótulo, según él, con mayor impacto. “Al principio teníamos pensado Bucaneros porque era un equipo de Valencia que hacía alusión a los Navegantes del Magallanes, pero me quedé pensando en algo distinto, que tuviera respeto y mucha imagen. Me acordé de los espartanos  que se preparan para ir a la guerra. Yo traté de llevarlo al béisbol. Es como decir, vamos a formar jugadores que quieran ser peloteros”.

Al igual que Escobar, Barboza, mánager de los Spartans, salió huyendo de su país. El 11 de mayo de 2017 dejó a sus dos retoños en suelo venezolano para probar suerte en Colombia con su deporte favorito. Barboza, seguidor de las Águilas del Zulia, nació en Maracaibo. No deja de anotar en los entrenamientos. Es un hombre arropado por la disciplina y con ganas de compartir sus conocimientos en la pelota caliente. 

“Buscamos el talento joven de Barranquilla para hacerlo explotar. El grupo se creó en muy poco tiempo y tenemos un grupo bueno. Buscamos rapidez,  un buen pitcheo, que es el 65 por ciento de un equipo, y buscamos buenos receptores. Tenemos excelente proyección. En planes a futuro la idea es competir en la Liga Profesional. Jugar ante Caimanes, Toros y los demás”, cerró el capataz de 34 calendarios.

Cansado de cargar bultos. El 22 de julio de 2016 Gabriel de Arco llegó a Magangué a tratar de ganarse la vida desde Santa Bárbara del Zulia. Cargando bultos de yuca, papa, maíz y todo lo que se cruzara en el camino, este infielder de 26 años se sostenía. Empero, sus ganas de seguir jugando a la pelota estaban aún latentes.

En su natal Venezuela fue protegido (le garantizaban que le conseguirían una firma) por los Navegantes de Magallanes, pero la problemática social de su nación lo hizo soltar para siempre el sueño.

A Barranquilla llegó hace tres meses, junto con su hijo Diego David y su esposa Jennifer, a seguir luchando tras tirar la toalla en Bolívar, donde seguía jugando sóftbol.

En la Arenosa ha recibido la mano amiga de los Spartans y de José Del Carmen Tijera, un señor que lo provee de comida cuando esta escasea. “Aquí tengo la tranquilidad de que así sea yuca, mi familia come algo”.

Como Gabriel hay otros Spartans que no solo son guerreros en el campo, también afrontan duras batallas cuando cuelgan la manilla y se quitan los bombachos.

Parte de la delegación de los Spartans entrenando en el Barrio Abajo de Barranquilla.
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