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Miguel Ángel Borja relajado en su finca junto a Ramón Reyes, su primer entrenador de fútbol en Tierralta. Óscar Cuello.
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Los días en que Borja vendía fritos en Tierralta

El nuevo ariete de Junior nació en un humilde hogar del municipio cordobés, en donde había que gambetear la pobreza y la violencia paramilitar.

Una foto, un autógrafo, un saludo, un abrazo, un favor. Cualquier excusa en Tierralta es motivo para llegar a la casa de los Borja Hernández, en especial cuando Miguel Ángel, el menor de la casa, está de vacaciones.

El delantero, que el sábado se convirtió en jugador de Junior, es oriundo del municipio del sur de Córdoba, donde estuvo varios días antes de firmar el principio de acuerdo con el equipo de sus amores (el contrato oficial lo firma después de presentar los exámenes médicos).

Los padres de Miguel Borja todavía residen en el barrio Escolar. En su hogar se halla un salón con fotografías de Miguel, camisetas autografiadas y otros recuerdos de la carrera del exitoso futbolista.

En la remodelada vivienda, donde crió a sus ochos hijos y ahora juguetean algunos de sus 20 nietos, Nicolasa Hernández Smith, madre de Miguel Ángel, rememora los inicios del más pequeño de la casa.

“Yo trabajaba en las plazas vendiendo fritos, en eso trabajé toda la vida, mientras crié a mis hijos. A Miguel yo lo cuidaba mientras trabajaba, entonces él se entretenía jugando con bolitas de trapo”, recuerda la mujer que reconoce que eran tiempos difíciles, en los que no había recursos para comprar regalos a los ocho hijos que había concebido con José Borja Pérez.

“Éramos muy humildes y no había para comprar regalos, tampoco teníamos cámaras para tomarnos fotos, por eso las fotos que hoy en día hay en la casa son las de Miguel cuando empezó a jugar, la gente se las tomaba”, explica doña Nicolasa.

En ese entonces, para los Borja no solo resultaba costoso adquirir un balón, sino también representaba todo un reto lograr los ahorros necesarios para comprar un par de guayos de la talla de Miguel.

“Mi esposo, el papá de Miguel, trabajaba por fuera, buscando madera, entonces yo me hacía cargo de los muchachos. Miguel jugaba todo el tiempo y yo, al verlo tan motivado, ahorraba de $1.000 o $2.000 pesos semanales para comprarle los guayos”, recuerda.

Narra Nicolasa que el mismo Miguel Ángel se encargaba de acopiar cada uno de los pesos ahorrados, que luego se invertían en la compra de los apreciados botines.

“Bueno, desde ahí comenzó a jugar por todas las canchas del municipio. A veces eran las 7:00 de la noche y todavía ese ‘pelao’ estaba jugando. Como yo le daba las empanadas para que comiera, él iba y se las vendía a los amigos por $500 pesos para poder pagar el árbitro y seguir jugando. Prefería vender la comida”, recuerda entre risas la madre del goleador.

Nicolasa Hernández y José Borja, padres de Miguel.

Todo era fútbol

Miguel es el menor de ocho hijos y el próximo 26 de enero cumplirá 27 años de vida. Nicolasa nombra a sus vástagos de mayor a menor. “Luis Enrique Pacheco Hernández, Berlides Borja Hernández, después Walter Borja Hernández, Antonio Borja Hernández, Luis Eduardo, Jairo Alonso, Marco, y el último Miguel Ángel”.

La familia inicialmente vivió en un sector conocido como Tucurá, en el municipio de Tierralta, pero luego se mudaron al barrio Escolar, donde se crió Miguel Borja.

El amor de Miguel por el balón lo llevó a dejar la escuela cuando cursaba octavo grado de bachillerato. “Él estudió en el colegio Conava, que queda en este mismo barrio, pero después no quiso seguir estudiando más porque estaba era pendiente a su juego”, cuenta Nicolasa.

Fueron varios los reparos de algunas profesoras por la pasión que Miguel sentía por el fútbol. “Ellas me decían que se les salía del salón para irse a la cancha del colegio a jugar, que le gustaba más el juego que el estudio”, rememora la progenitora del nuevo ariete rojiblanco.

La fama y el reconocimiento obtenido desde sus inicios no afectaron en nada la disciplina y la humildad con la que los familiares definen a Miguel Borja.

“Él no era ni mujeriego ni nada. Era muy juicioso, tuvo una novia y con esa fue que se casó hace seis años, y en estos días renovó los votos nupciales. Ella se llama Linda Pérez, y los hijos son Joshua, de 6; Samuel, de 4; y Joel, de 2”, precisa Nicolasa.

El cañonero conoció a su esposa, según el relato de su madre, cuando jugaba en las canchas del barrio Nuevo Oriente, en Tierralta.

“Él iba allá a jugar. Como ahí había un lugar para hacer llamadas donde me conocían, él pedía minutos fiados con la excusa de que tenía que llamarme a mí, pero se ponía hablar con la novia”, rememora doña ‘Nico’ muerta de risa.

“Siempre fue goleador”

José Borja, padre de Miguel asegura que él está dispuesto a apoyar a su hijo en cualquier equipo donde esté, pero asegura que lo único que quiere es que lo dejen jugar.

“Él siempre fue goleador, desde que comenzó a jugar siempre supo escoger su posición y su ubicación como delantero”, sostiene.

Con relación a las travesuras de Miguel en la escuela, el progenitor aseguró que, a pesar de eso, trataba de no prohibirle el juego porque era algo que incluso él mismo disfrutaba. “Me gustaba mucho verlo en la cancha”, recuerda don José.

“Cuando se volaba del colegio, se ponía a jugar y yo lo dejaba. Aunque por lo general yo no pasaba en la casa porque siempre estaba trabajando por fuera”, explica el padre.

Miguel Ángel Borja comenzó a jugar en diferentes equipos y torneos que se realizaban en Tierralta, pero a los nueve años tuvo la oportunidad de ingresar al equipo Pony Gol, que le permitió abrirse paso para llegar a la ciudad de Medellín, donde comenzó a ser visto por empresarios y entrenadores.

“Tenía 10 años cuando se fue por primera vez para Medellín, allá estuvo como dos años y desde entonces estuvo en diferentes equipos profesionales nacionales e internacionales”, resume José Borja.

Los familiares recuerdan que en los comienzos de Miguel como futbolista, notaron que la distancia y la soledad no lo entristecía y siempre estaba motivado y con ganas de jugar.

“No era pechichón, estaba tranquilo, de buen ánimo, con el mismo deseo de jugar”, sostiene Borja padre.

Con relación al traspaso de su hijo desde Palmeiras hasta Junior, don José Borja expresó: “Miguel siempre ha sido hincha de junior, y él lo que quiere es que lo pongan a jugar para hacerse ver y ser protagonista”.

La casa de los Borja Hernández en Tierralta.

“Es muy agradecido”, dice su primer entrenador

Ramón Reyes, fue uno de los primeros guías que tuvo Miguel Ángel Borja en el fútbol, era el año 1999, cuando el ídolo cordobés, con tan solo 6 años comenzó a jugar en diferentes torneos por las canchas del Tierralta.

Para ese entonces, la mayoría de los partidos de fútbol se jugaban en la cancha de la Plaza de la Bonga, en el pueblo, donde hoy en día se construye una campo sintético.

“Él era un muchacho que siempre mostraba muchas cualidades. Participó en un equipo infantil que se llamó Deportivo Prado y también jugó conmigo en diferentes partes donde yo estuve, porque  tenía mucha fuerza y potencia”, sostiene Reyes.

El técnico se mostró complacido con la trayectoria de su pupilo. “Miguel es muy agradecido y yo también le agradezco mucho a él. Celebro que haya jugado en  diferentes clubes internaciones y nacionales”, puntualizó.

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