El Heraldo
Ricardo Ciciliano en la selección Colombia prejuvenil en 1993.
Deportes

Facetas desconocidas de los primeros pasos de Ricardo Ciciliano en el fútbol

Agustín Garizábalo, uno de los primeros tutores del soledeño en el balompié, cuenta episodios inéditos en una columna en EL HERALDO.

Conocí a Ricardo Ciciliano en 1990, en la selección Atlántico infantil dirigida por Carlos Bolívar. Jugaba para la  Escuelita la 24 de Soledad. De la Selección Atlántico (campeona nacional, en 1992, con Javier Castell) pasó a la Selección Colombia prejuvenil (campeona suramericana en el eje cafetero), dirigida por Basílico González.

Entonces llevaba tres años trabajando con nosotros (Julio Romero, Jesús Candanoza, Valmiro De león y este servidor) en Apuestas La Fortuna. Presentía en él algo especial, cierta aureola de crack, una disposición para el trabajo que no era común en nuestro medio. Insistimos en pulirlo: orientación a sus padres (Ricardo y Asalia Bustillo), horas y horas de charlas para que observara más allá de su nariz, corrección de gestos técnicos de manera progresiva, así algunos me dijeran que para qué perdía el tiempo con ese pelao.

Cuántas veces madrugamos para entrenarlo porque, por razones de estudio, solo podía hacerlo a esas horas de la mañana; cuántas veces fue necesario “pelear” para sostenerlo en el equipo titular (tanto en la Fortuna como en el Liceo Soledad) porque entonces, empezaba a crecer y se puso torpe y descoordinado y los fanáticos presionaban para que lo sacáramos. Incluso, para curarnos en salud, lo pusimos de arquero, aunque no quería, en la última fase del torneo intercolegial, con gran suceso, e incluso, ya siendo profesional, con Millonarios, una vez que expulsaron a su arquero, se atrevió a coger el arco y tapó el penal a Jaime Castrillón, de Medellín.

Aunque los primeros años tenía ciertas deficiencias técnicas pero una enorme capacidad para aprender a diario, hizo de sus movimientos y su ubicación su mejor arma. Se detectó que era “perro blanco”, ante el juego recio desaparecía del juego;  Jesús Candanoza se tomó el trabajo de enseñarle a proteger la pelota y a meter el cuerpo, con tanto acierto que no solo influyó en su parte técnica sino también en su carácter, y lo convirtió en un tipo de temperamento fuerte y encarador. “Cici” terminó siendo líder,  a veces de relación difícil porque no se quedaba con nada, por sus convicciones que enriquecía con su educación permanente. Después de su retiro, celebrábamos su emprendimiento como empresario, tanto en sus droguerías como en su Academia y con un potencial enorme para dirigir fútbol profesional.

En conclusión, puedo decir que fue mi primer proyecto concreto en el fútbol aficionado, el primer jugador que llegó al fútbol profesional tras un acompañamiento personal y deportivo, que supo escuchar y que me enseñó, con su transformación, a mirar más allá de lo evidente.

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