Cuando la magia era brasilera
Tardías, pero con un aliento renovador que purifica el alma, aparecen las brisas con su aroma inconfundible, despejando el cielo para convertirlo en un manto azul diáfano y brillante, lejos de los nubarrones negros que cambiaron el curso de la existencia.
Tiempos volubles e impredecibles que desnudaron la realidad de un país que clama por mejores tiempos. Ido el año viejo y sepultado con sus desdichas, tragedias y sinsabores, En la tranquilidad de estos días, mientras el año arranca de verdad, por fin pude deleitarme con “la historia del fútbol profesional colombiano”. Libro que narra los sesenta años de logros y hazañas de dicha actividad, En ese recorrido de páginas untadas de anécdotas y fotos del recuerdo, señala que en el año de 1948 se inicia el rentado colombiano, siendo el Santafé el primer campeón, y Junior el subcampeón. Aparece una foto de los puros criollos de ese entonces, y que tanto recuerda el maestro Chelo De Castro en sus crónicas, donde están Me Muerde García, José Escocia, Vigorón Mejía, Tolimita Ruiz, Guarapo Mendoza, cuyo comandante de la tropa era el Flaco Meléndez.
Posteriormente, en el año de 1949 se inicia la ‘época dorada’, siendo el precursor de ella Adolfo Pedernera, apodado El Maestro, quien llego a Millonarios. Luego aparecen la Saeta Rubia y Raúl Rossi. Se inician así las contrataciones de estrellas rutilantes, iniciando Junior su vocación por la escuela brasilera, perfumando el patio en 1950 con Marinho Rodriguez de Oliveira, Helenio de Freitas y Elva de Alba, apodado Tim. En 1954 Junior desaparece del escenario nacional, y doce años después regresa con una constelación de brasileros, para iniciar así un ciclo de magia y fantasía, inolvidable para sus seguidores, pues a pesar de su corto recorrido, ya que se extinguió en los inicios de la década de los setenta muchos la conservan en el alma. Esa aparición la hizo con jugadores que marcaron historia, tales como Dida, Quarentinha, Ayrton, Dacunha, Oton Valentin, Pepillo Romeiro, Antonio Rada, Hermenegildo Segrera, y Arturo Segovia. Y mucho más por contar se queda en el tintero, pero como dice el maestro de la columna de al lado, la guadaña comienza a hacer estragos.
Por José Deyongh Salzedo