Cultura

Los 100 años del maestro Campo Miranda

Para el reconocido compositor barranquillero, autor de exitosas canciones como Lamento naúfrago, Entre palmeras, Pájaro amarillo, Nube viajera y Unos para todos, La cometa, Viento Verde, entre muchas otras, su corazón está “musicalizado porque no quiere dejar de latir”.

 Rafael Campo Miranda dice que su corazón está musicalizado porque no quiere dejar de latir.

Con nostalgia pero con gran lucidez a pocos días de cumplir cien años, este compositor recordaba episodios de su niñez cuando corría con la muchachada en la popular calle ‘Coco solo’ de Soledad, entre combates de cometa y bola e’ trapo. 

No queda mucho de aquella época porque “el tiempo es como un huracán”, dijo con una sonrisa mientras caminaba con paso cansino. Sin embargo, un legado musical quedará eternizado en la memoria del Atlántico, las más de cien canciones de su autoría que exaltaron la música del Caribe en el mundo.

Lamento náufrago, Entre palmeras, Pájaro amarillo, Playa, Nube viajera, Uno para todos, La cometa, Viento verde, entre muchas otras joyas, hacen parte del repertorio de este maestro exponente de una de las más aventajadas escuelas de artistas del Atlántico de la talla de Pacho Galán.

EL HERALDO homenajeó la vida y obra de Rafael Campo Miranda en la sala de juntas de esta casa editorial, junto a sus hijos Rafael y Margarita Campo Vives, los músicos Juventino Ojito y Viola Camacho, el director de este medio Marco Schwartz y algunos periodistas y asistentes como Zoraida Noriega.

“Esta cita tiene un valor incalculable para la labor que he hecho por tantos años buscando enaltecer el folclor del Caribe”,expresó con una visible emoción mientras los presentes tarareaban apartes de Pájaro amarillo, uno de sus más grandes éxitos.

El mar, el verdor de los árboles, la alborada, las aves, los atardeceres, la inmensidad del cielo y el amor de una mujer, fueron  musas de este compositor que este 7 de agosto cumplirá un siglo de existencia.

“Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar”...cita al poeta Porfirio Barba Jacob en Canción de la vida profunda, una obra que fue su espejo a la hora de componer. 

“A veces despertaba alegre, otras disgustado, pero siempre mi válvula de escape fue mi guitarra. Cuando estaba triste me la llevaba al mar y admiraba el embrujo que sale del paisaje, me distraía con el vuelo de las garzas, así nacieron muchas de mis canciones”, manifestó.

Hablando de Lamento náufrago, Campo Miranda recordó que el tema nació por un amor que surgió en el Muelle de Puerto Colombia y que él inmortalizó con su guitarra.

“Sobre la arena mojada bajo el viejo muelle la besé con honda pasión, porque era un amor perdido, perdido en la playa, perdido en la bruma del mar”, tal como retrata esta poesía hecha canción “con el cielo y el mar como testigos”. Campo Miranda se enamoró perdidamente de una mujer que un día, sin decir adiós, se desvaneció. De ella solo le quedó su recuerdo y una letra legendaria que hoy tiene más de 20 versiones.

“La obra se la dediqué a una mujer mexicana. Tuvimos citas amorosas en los atardeceres de Puerto. Allí le pedí matrimonio con el cielo y el mar como testigos. Un día desapareció, me dijeron que se había devuelto a su país, aquello me lastimó mucho, me quedó el recuerdo, la nostalgia y la pesadumbre de ese cariño, pero también la letra de Lamento náufrago, canción que le dio la vuelta al mundo”, relató.

Muchos intérpretes y agrupaciones han entonado las canciones del maestro Rafael Campo Miranda: Billo’s Caracas Boys, la Orquesta de Pacho Galán, la Sonora Matancera, Juan Carlos Coronel, ‘Chucho’ Sanoja, ‘Chico’ Salas, entre muchos otros, siendo este último su favorito.

“Mi padre no tenía que encerrarse a componer”, recordó Rafael Campo Víves, hijo del autor. “Él estaba cenando y se quedaba pensativo, de inmediato se levantaba de la mesa, subía al segundo piso de la casa y escribía hasta que lograba tener una recopilación de versos. Después bajaba, terminaba de comer y más tarde armaba una canción”, explicó.

Rafael Campo Miranda se considera hijo adoptivo de Barranquilla, nació en Soledad, Atlántico, su “terruño”, el 7 de agosto de 1918 y descubrió desde temprana edad su amor por la música.

Por sus éxitos recibe regalías en México, Venezuela, entre otros países. Esto le da “mucha felicidad” porque para él tiene un significado muy claro: su música sigue escuchándose y mientras suene seguirá viva.

Poesía con sabor caribe

 Playa, conocida popularmente como Playa, brisa y mar, relata Campo Miranda, le generó cierta molestia con el cantante Nelson Pinedo. Recuerda que en la grabación del tema Pinedo cometió la “ligereza” de cambiarle el nombre a su composición. “Yo sé que él se enteró de mi malestar”, dijo.

La canción, una de las más célebres del autor fue el primer porro en sonar en el Country Club, en una época en la que “estos lugares de sociedad no admitían cumbia, vallenato, ni música autóctona”.

“Cuando Playa sonó en el Country Club me emocioné hasta las lágrimas. Creo que a los autores actuales les hace falta darle una línea elegante a nuestro folclor. Yo me di a la tarea de vestirlo de poesía”, agregó. 

Lira de oro

 Este jueves a las 5 de la tarde en Cantagallo, el maestro Rafael Campo Miranda recibirá un homenaje en el que  la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (Sayco) lo galardonará con la Lira de Oro, máximo reconocimiento que otorga esta organización. En su haber este soledeño ilustre posee mas de cien canciones, el mismo número que cumplirá el próximo martes. El evento se retransmitirá ese mismo día en el que también tendrá una distinción en Soledad, su pueblo natal, donde se desvelará un busto en la Plaza Central, junto al de Pacho Galán, otro de sus grandes sueños.

Sigue componiendo

La música es su elixir y mientras respire seguirá componiendo, en eso es enfático Campo Miranda, dueño de una memoria prodigiosa y una serenidad que refleja al hablar.

Después de su largo periplo se siente complacido de haber disfrutado las exaltaciones a su trabajo en vida y no “en un viaje a la eternidad”.

“Me complace mucho que los homenajes no sean póstumos para poder disfrutarlos, porque esto me alienta y me conmueve. Mi motor no quiere apagarse aún y les agradezco que me hayan traído aquí con el corazón todavía palpitando”. 

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