El Heraldo
El escritor cartagenero Roberto Burgos Cantor falleció a los 70 años. Colprensa
Cultura

La soledad que deja Burgos Cantor

El escritor colombiano Roberto Burgos Cantor pasó sus últimos días en su natal Cartagena, escribiendo lo que sería su nueva obra. 

“Creo que he recuperado mi sitio”, le confesó Roberto Eliécer Burgos Cantor (1948-2018) a su esposa Dora Bernal, mientras elogiaba el movimiento de las nubes y le hablaba sobre lo apasionante del oficio de escribir, días antes de su imprevista muerte. El prolífico escritor estaba en su natal Cartagena, solitario, resguardado como un ermitaño, escribiendo lo que sería su nueva novela. Por esas ocho cuartillas que dejó escritas dijo que tal encierro “valía la pena”. 

Duró nueve días en Cartagena y regresó a la enorme capital, donde residía hace varios años. Llegó el domingo en la tarde, pasó el lunes sin contratiempos y el martes, cerca de las 10 de la mañana, sufrió un repentino infarto que lo arrastró hasta la Clínica de Marly de Bogotá. Burgos Cantor, cuenta Beltrán, soportó uno, dos, pero no tres paros cardíacos. Murió sobre las 6 de la tarde, trasladando ahora esa soledad a su familia, amigos y al universo literario.

“Es un dolor inmenso (...) Él estaba muy bien, yo pensaba que solo se había des compensado por el cambio de altura”, dijo Beltrán, entre lamentos, en diálogo con EL HERALDO.

Las exequias

La velación de Burgos Cantor tendrá lugar en la Funeraria Gratitud de Bogotá y las exequias se llevarán a cabo en la Iglesia Espíritu Santo, hoy a partir de las 11 de la mañana. El cuerpo del escritor será cremado tal como este lo habría deseado, según confirmaron fuentes cercanas al autor de Ver lo que veo.

Justo con esa obra se hizo merecedor este año del Premio Nacional de Novela que otorga el Ministerio de Cultura. El libro, publicado con el sello Planteta, es “una cartografía, un mapa sentimental, una suerte de enciclopedia de la antigua capital de la Provincia de Cartagena”, tal como lo ha descrito uno de sus grandes amigos, el también escritor Julio Olaciregui.

Para él, Burgos Cantor era “un contemplador, una suerte de asceta, de monje o santo parrandero, con una mirada penetrante, pícara, tierna, sabia, serena, igual a la que se ve en sus fotografías”.

Pero también, dijo, un “hombre profundamente discreto, a veces encerrado en sí mismo y muy callado”. 

Es que Burgos, disciplinado y entusiasta como pocos, era un defensor de la soledad del escritor. En una reciente entrevista publicada en El Dominical, suplemento cultural de este medio, lo había dejado expreso de esta forma: “El encierro, la soledad, son exigencias de la escritura literaria. No en un sentido dramático, del escritor incomprendido, sino como un requisito del oficio”.

Desde ese “encierro”, Burgos Cantor mantiene en vilo las expresiones y preocupaciones de los más excluidos y marginados, de quienes habitan los recodos de la periferia y de quienes buscan ser escuchados.

Su pluma, ampliamente elogiada por su destreza narrativa, “nos enseña la precisión y el uso del adjetivo”.

“A Roberto lo recordamos como el fiel heredero de la obra de García Márquez, como el gran escritor colombiano de este momento. Su obra tiene un poderoso peso poético, él sabía aprovechar la precisión del adjetivo para darle poeticidad a los textos”, expresa el crítico y ensayista de su obra, Hernando Motato, docente de Literatura de la Universidad Industrial de Santander.

Además, la obra del cartagenero, Premio de Narrativa Casa de las Américas 2009 y finalista del Premio Rómulo Gallegos 2010 por La ceiba de la memoria, se destaca por su “fuerte planteamiento sobre la identidad”, pues Burgos Cantor fue un maestro en narrar el lenguaje popular y la vida en los barrios del Caribe.

“Tenía un cuidado, una preocupación enorme por el lenguaje, pero sin incurrir en esos oropeles de cierto tipo de narrativa. Su literatura y su prosa estaban siempre muy bien elaboradas”, resaltó César Valencia, director de la maestría y doctorado en literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, amigo cercano de Burgos Cantor desde las épocas universitarias, cuando este estudiaba para ser abogado, aunque más tarde decidiera seguir la que fue su consigna: morirse o salvarse escribiendo. 

El autor

Burgos Cantor escribió cuentos en periódicos y revistas hasta 1981, fecha de publicación de su primer libro de cuentos ‘Lo Amador’.

Publicó otros cinco libros de cuentos como ‘De gozos y desvelos’, ‘Quiero es cantar´, ‘Juego de niños’, ‘Una siempre es la misma’ y ‘El secreto de Alicia’. También publicó un libro testimonio de época, ‘Señas particulares’, y seis novelas: ‘El patio de los vientos perdidos’, ‘El vuelo de la paloma’, ‘Pavana del ángel’, ‘La ceiba de la memoria’, ‘Ese silencio’, ‘El médico del emperador y su hermano’ y ‘Ver lo que veo’.

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