El Heraldo
Giovanni Morales le da los últimos a un trabajo en uno de los módulos que le fue asignado. Jhonny Olivares
Cultura

El arte del icopor que agoniza con la pandemia

Artesanos del Centro narran su crisis por la covid-19, ausencia de las fiestas y su reubicación. Que la tradición no se pierda es el pedido.

Decorar las fachadas de las casas en época carnavalera hace parte de la idiosincrasia de muchos barranquilleros. Para las familias que viven al máximo esta fiesta, vestir de color el lugar donde viven es una tradición en la que el derroche de color y la alegría brilla desde que inicia el año hasta el miércoles de ceniza.

Pero si a los barranquilleros les emociona esta festividad por el goce que se respira en el ambiente desde el primer día de enero, a las personas que trabajan para esta fecha les apasiona aún más, sobre todo porque más allá del disfrute, es una época en la que su labor adquiere un valor especial.

Jhovani Colón, Jhavier Cobo y Giovanni Morales, son artesanos del icopor que esperan con ansias las carnestolendas para cuadrar el presupuesto de sus hogares a través de sus creaciones en este material y “madera country”.

Los tres barranquilleros se conocen hace más de 15 años cuando emprendieron su negocio en la Plaza de San Nicolás. En ese histórico sector de la ciudad coinciden con su arte, pero también en la problemática que están viviendo a raíz de la pandemia por la covid-19 y todo lo que desencadenó.

Ausencia del Carnaval

Para ellos la fiesta significaba sustento, economía y también agotamiento, pues empezaban desde muy temprano a trabajar y finalizaban en la madrugada. En la actualidad, los encargos son muy pocos y su día a día pasa en cámara lenta y con poca “entrada de platica”.

“Antes no teníamos ninguna limitación y se nos llenaba el puesto todo el día. Trabajábamos incansablemente hasta las 12 de la noche o 1 de la mañana para que al día siguiente los clientes tuvieran listos sus pedidos. Hoy en día no hago ningún trabajo de Carnaval”, afirmó Jhovani Colón a EL HERALDO.

Giovanni Morales, en medio del reducido espacio donde tiene montado su puesto de trabajo, y mientras termina de pintar el logo del Junior en un pequeño turbo, expresa con nostalgia lo que en otro momento estaría haciendo.

“Este año no ha venido nadie para decoración de casas que era algo que siempre se movía. Yo empecé este año a trabajar desde el 3 de enero y de 2 mil o 3 mil metros que se vendían de cadenetas de colores, solo he vendido como 50 metros. Ahí están enteritas las que me trajeron”.

Jhovani Colón tiene más de 15 años de experiencia.

La diferencia en ganancias es abismal

En vísperas carnavaleras un día para ellos significaba llevarse a casa de $300 a $400 mil pesos con gastos incluidos. La semana pasada, por poner solo un ejemplo, Giovanni Morales tuvo que pedir prestado a un compañero para los pasajes de bus porque no tuvo ningún pedido.

“Un día normal con gastos, inversión y todo, salía uno con 200, 300 y hasta 400 mil pesos. En temporada de carnaval siempre se movía, trabajábamos bastante, pero este año nada. Ya llevo tres días sin poder hacer casi nada, incluso me tocó prestarle los pasajes a un compañero para poder irme para mi casa en Sabanagrande. Estoy esperando que pronto me salgan encargos”, aseguró el barranquillero.

Jhovani Colón, que lleva en el negocio más de 25 años, no perdió la esperanza de hacer apliques carnavaleros y que algún cliente le comprara. “Hace días hice dos marimondas en alto relieve y me demoré más de 10 días en venderlas. Prácticamente las regalé, una a una muchacha que pasó por aquí y se la dejé en 5 mil pesos y la otra a un familiar. Normalmente, las vendería a 15 mil pesos. Prefiero no comprar icopor al por mayor, así como otros materiales, porque igualmente esa mercancía se va a quedar estancada”.

Cuando el icopor ya no esté

Jhavier Cobo, artesano del icopor y sociólogo de la Universidad del Atlántico, también se encuentra expectante sobre el futuro del trabajo y su forma de subsistir. Al llevar más de 20 años trabajando con este material, decidió estudiar lo que podría pasar en unos años y de qué forma exaltar esa tradición.

Yo como sociólogo de la Universidad del Atlántico, entendí que esta práctica puede desaparecer y quise hacer algo teorizado, algo que nos recuerde para cuando el icopor sea historia, por eso en mi tesis llevo este tema. Además, porque es a lo que me dedico”.

El barranquillero también se ha visto afectado por la ausencia de trabajo a raíz de la pandemia y otros factores.

“Nos hemos visto afectados desde lo económico, político y medio ambiental. Con el tiempo y por una discusión estatal, le pidieron a las empresas que hacen el icopor que hicieran una transición de material por el impacto ambiental. Hace 20 años costaba $1.500 y en esta época sigue igual. Entonces, si tú le subes 500 pesos, creen que eres usurero. Es una actividad que ha generado economía (trabajo), pero también hay que entender las situaciones precarias en las que nosotros vivimos, que dejan mucho que decir”, aseguró Jhavier.

El sociólogo y artesano Jhavier Cobo.

Reubicación de puestos

El hecho de haber sido movidos de su lugar en el predio de Jamar, les acarreó consecuencias en sus ventas. Actualmente se encuentran ubicados en la calle 32 entre La Paz y la carrera 41 pero allí no ven el mismo movimiento y la cantidad de clientes ha disminuido.

“Nos hemos visto muy afectados por la reubicación de nuestros puestos porque el Distrito nos ha prometido distintas cosas y hemos hecho reuniones para tener un lugar digno para trabajar (...) Estamos a la espera de que reorganicen del lado de Jamar, por la 39. Ya tenemos año y medio en espera, pero no sabemos cuándo será”, indicó Jhovani Colón.

Giovanni Morales también asegura que haber sido reubicado, le trajo consecuencias negativas en su negocio.  “También nos afecta la reubicación, porque la gente queda desorientada, se acostumbran a vernos aquí y luego llegan y ya no nos ven, como no nos encuentran le mandan a hacer trabajos a otros”.

Para ellos el bajón para estas fechas no tiene precedentes. A los artesanos les tocó acatar su nueva realidad por el bien de su salud y su vida. Ahora no les queda más que esperar por pedidos decorativos para fiestas como murales, bomboneras, apliques, bandejas y letreros, pero también ser contratados para trabajos escolares o maquetas estudiantiles. Hasta el momento el hecho de que el Carnaval sea virtual, dicen, no les ha traído ningún beneficio y están a la espera de que las autoridades distritales logren reubicarlos y los apoyen con su arte.

Como lo informó la Alcaldía en su momento, en julio de 2019 la Secretaría de Control Urbano y Espacio Público reubicó a 32 comerciantes informales que se encontraban en la calle 34 con carrera 39, que se dedicaban a oficios relacionados con artesanías en icopor, marquetería y vidriería.

El traslado se dio para poder dar inicio al proyecto La Esquina del Arte que tiene la Administración y que busca cambiar la dinámica urbana de la zona, habilitando 610 metros cuadrados de plaza, donde estarán los artesanos.

EL HERALDO intentó conocer de parte de esa Secretaría el estado de los avances del proyecto, pero hasta el momento no se obtuvo respuesta.

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