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Córdoba

Joven cordobesa recibe clases en un árbol de Ñipi para acceder a internet

Por causa de la pandemia tuvo que regresar a su natal Tierradentro, Puerto Escondido, donde la señal es poca o prácticamente nula.

A unos cuatro metros de altura, sobre las ramas de un árbol de Ñipi Ñipi, en el patio de su casa, recibe las clases de licenciatura en ciencia naturales y educación ambiental, Daniela Saray Sarmiento Pérez, de 18 años.

Por causa de la pandemia generada por el coronavirus, la joven estudiante de 7° semestre de la Universidad de Córdoba, se vio forzada a regresar a casa paterna, en la vereda Tierradentro, perteneciente al corregimiento El Silencio, en el municipio de Puerto Escondido, zona Costanera de Córdoba, donde la señal es reducida.

“En la parte alta del árbol de Ñipi es la única zona de la casa en la que tengo conectividad, porque acá en el pueblo es muy mala la señal de internet y solamente entra en las partes altas. Es decir, en tierra firme el celular puede llegar a tener 2 rayitas de señal, pero cuando me subo al árbol me llega toda y me sale la señal de datos en máxima también”, explica.

Antes de la pandemia, Daniela cursó los seis semestres presenciales, mientras residía en la casa de unos familiares en el barrio Galilea, de Montería, pero debido a la crisis sanitaria tuvo que regresar a su tierra natal, donde reside junto a su papá Ever Petro Correa; su mamá, Flor María Pérez Flórez; y sus hermanas menores Ana Cristina, de 15 años; y Nataly, de 3.

“Cuando regresé a continuar mis estudios desde la casa, no sabía cómo me iba a conectar a internet para recibir las clases, pero un día que me fui a acompañar a mi papá a arrancar yuca, en un cultivo que tiene en una colina de acá del pueblo, y vi que me llegó la señal a mi celular; entonces cuando llegué a la casa me puse a probar en varios árboles del patio, hasta que me percaté que el árbol de Ñipi tenía mejor recepción y sus ramas eran más resistentes”, indica.

Ever Petro, su papá, al notar el hallazgo de la anhelada señal, decidió cortar unas ramas de lata macho, con las que construyó una escalera, colocó unas tablas como base, y un plástico como techo para que su hija pudiera recibir las clases con cierto grado de comodidad.

En el ‘salón aéreo’, Daniela se pasa unas 12 horas del día estudiando, investigando y transcribiendo.

 “Yo no tengo computador, todo lo hago con un celular que me regaló mi papá, recibo las clases por videoconferencia, pero se me hace difícil conectarme a la plataforma de la universidad y al correo electrónico. Entonces lo que hago es transcribir toda la información que necesito y si me toca entregar un trabajo escrito, me desplazo hasta el casco urbano a unos 13 kilómetros de distancia, donde hay un café internet”, explicó.

En el sitio cada minuto vale, por lo que Daniela Saray trata de llevar sus apuntes lo más claro posibles, para que el tiempo de consumo sea menor.

“Trato de hacerlo una o dos veces a la semana, porque la carrera hasta el casco urbano cuesta entre $5 mil o $6 mil pesos, más el tiempo que demore en el internet que por lo general son $3 mil”, lo que representa un gasto para su familia.

La recarga que hace para su celular es de 2.5 gigabyte, me vale $30 mil y dura más o menos un mes.

Las clases virtuales iniciaron el pasado 3 de agosto, y si bien Daniela tiene su ‘salón aéreo’ en el patio de su casa, eso no es del todo seguro, pues el municipio de Puerto Escondido es constantemente azotado por fuertes vientos acompañados de lluvias, lo que varias veces ha tenido que suspender sus clases y descender a tierra firme en busca de refugio.

“Precisamente ayer que estaba en clases comenzó a llover con relámpagos, entonces me bajé para evitar que la brisa me tumbara o que cayera un rayo porque los árboles atraen ese tipo de fenómenos”, indica

Aunque la labor de Daniela para trepar a los arboles resulta bastante asombrosa, para ella no es nada fuera de lo normal, pues en su niñez, era algo que hacía para jugar con sus amigos.

“Cuando era pequeña pasaba todo el día junto con mis amistades jugando en las ramas de los árboles frutales, en especial cuando salíamos del colegio”, recuerda Daniela entre risas.

A pesar de que algunas personas al conocer la historia de esta estudiante universitaria, se han tratado de burlar por causa de la odisea que le representa recibir clases, para Daniela es una forma de llamar la atención de los gobernantes para que sus familiares, amigos y vecinos de la vereda Tierradentro puedan acceder de manera más fácil a la educación virtual.

“Mi hermanita cursa 9° en la institución educativa El Silencio, pero por causa de la difícil conexión para ella y sus compañeros, no tiene videoconferencias, sino que a través de un grupo de WhatsApp le mandan los trabajos que tienen que realizar durante el día y por esa misma vía los regresa”, indica Daniela.

“Lo que le pido a las autoridades es que puedan ofrecerle una solución a los jóvenes de la vereda Tierradentro para acceder a la educación superior. Ese fue mi motivo de tomar la iniciativa de tomar esas fotos. La idea es que se tanga más en cuenta la educación de las zonas rurales, porque es lo único que nos puede sacar adelante”, puntualiza.

Tras conocerse su historia, las directivas de la Universidad de Córdoba contactaron a Daniela para incluirla en un programa de Bienestar Social para apoyarle con herramientas tecnológicas, que permitan su conexión.

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