El Heraldo
Franklin Pla Elías muestra parte de las reliquias.
Córdoba

El custodio de la memoria Zenú

Cada elemento en su museo y cada vestigio de antigüedad,  representan para él un letrero con mensajes de identidad.

Vasijas, cántaros, aretes, pecheras, cuencos de todas las formas e incluso hasta osamentas hacen parte de la colección de restos de la cultura Zenú que Franklin Pla Elías custodia con celo desde hace 28 años.

Desde la zona rural del municipio de Ciénaga de Oro, Córdoba, donde las reliquias de la ancestral cultura emergen de la tierra como si se resistieran a ser cubiertas por el olvido; este sexagenario fotógrafo de profesión y arqueólogo por afición, no solo lucha contra el tiempo para mantener vigente la memoria de los zenúes, también es amenazado por los huaqueros y sobretodo, por la desidia de los gobiernos de turno que poco o nada le ayudan con la conservación de las piezas.

Si bien son muchas las actividades que Franklin debe desempeñar para mantener y divulgar los servicios del Museo Arqueológico y Cultural Punta de Yánez, asegura que su mayor placer es cuando por fin está frente a su público hablando sobre la identidad Zenú, la ancestral civilización que domó el río Sinú, moldeó la arcillosa tierra del extenso valle y diseñó el mundialmente conocido sombrero vueltiao, hecho mediante el uso de la caña flecha y otras técnicas sagradas. 

“Yo soy el celador, soy el marquetero, soy el fotógrafo, soy el aseador, soy el custodio, soy el conferencista, soy el guía turístico, hago de todo en el museo, lo hago completamente solo”, dice.

Décadas atrás, Franklin tuvo el placer de compartir esta aventura con sus amigos de infancia. Un grupo de intelectuales y bohemios como él.

“Fuimos un grupo muy unido, pero desafortunadamente, todo se va desintegrando con el paso de los años. Inicialmente éramos nueve luego pasamos a ser 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, hasta que quedé solito, solito”, dice y en ese momento su tono de voz adopta un matiz reflexivo, tal vez, al intuir que el tiempo hará con él, lo mismo que ha hecho con las reliquias que conserva.

“Mis compañeros se fueron retirando lentamente, unos se casaron, otros se fueron del pueblo, a otra compañera la asesinaron por una herencia, es decir nos ha pasado un poco de todo, eso es lo interesante de la historia”, indicó.

Franklin Pla es custodio, guía y celador.

Actualmente Franklin tiene el museo improvisado en su casa, pues las antiguas locativas que le fueron asignadas durante 18 años, un día le fueron arrebatadas por familias invasoras. “Eso pasó hace unos seis años, desde entonces tengo el museo en mi casa, arrumado”, dice.

Los nuevos habitantes sacaron la estantería para colocar un comedor; las vasijas fueron lanzadas a la calle. Y donde estaban los anaqueles, fueron ubicados los cuadros decorativos y fotos de los nuevos moradores de los dos viejos salones.

“Tremenda sorpresa me llevé cuando llegué al museo y encontré que habían introducido una cama doble, dos abanicos, una nevera, un cilindro de gas, una mesa de comedor y en las paredes estaban los cuadros fotográficos. Dos familias invasoras echaron el museo a la calle y se robaron las instalaciones, allí viven actualmente”, señaló.

Inicialmente Franklin intentó recuperar el espacio que alguna vez se le había dado al museo, pero las amenazas cada vez se hicieron más intimidantes, por lo que resignado tuvo que asumir un nuevo espacio.

“Demoré 11 días recogiendo el museo. Lo pasé para la casa mía, me tocó sacar y reubicar una cantidad de cosas para poder acomodar todo ese material sin destruirlo. Yo había traído unas tablas especiales desde Bogotá y otras muchas cosas precisamente para el museo, todo eso lo botaron a la calle, todo eso lo recogí y a partir de ese momento no he tenido una vida tranquila”, sostuvo.

Vive con su esposa y su hijo quienes a veces le ayudan con las conferencias que dicta a los estudiantes, turistas e incluso científicos que llegan en busca de referencias para sus investigaciones arqueológicas.

“Yo soy el que hago la propaganda en los hoteles, en las universidades y en los colegios de bachillerato para que me vayan a visitar al Museo, pero entonces yo les digo a  ellos que por favor me llamen con ocho días de antelación, porque ese es el tiempo que yo demoro organizando el museo de una forma presentable en mi casa”, dijo.

Tiene el museo en su casa
El primer hallazgo

El corregimiento Punta de Yánez está ubicado en la zona rural del municipio de Ciénaga de Oro, a unos 53 kilómetros  por carretera pavimentada viajando desde Montería.

La zona limita por el oriente, con el municipio de Chinú y al norte con Chimá y San Andrés de Sotavento, este último considerado como el primer poblado que fue fundado por el cacique Mexión, esposo de Manexca, los padres mitológicos de la raza Zenú.

“La gente descubrió que muchas zonas tenían entierros de vasijas, y algunas podrían contener hasta metales preciosos, por lo que comenzaron a huaquear y sacar todas las piezas que luego vendían en el mercado negro. En ese entonces el Museo Nacional encomendó a cuatro mujeres arqueólogas que se dedicaron durante cuatro años a sacar los vestigios que quedaban y luego de analizarlos con carbono 14, se pudo establecer que datarían de varios siglos antes de cristo”, señaló.

Franklin logró el primer hallazgo hace 28 años, cuando un campesino regó la voz sobre extrañas figuras que emergían de la tierra en forma de vasijas, por lo que para entonces, acudió a verificar con sus propios ojos.

“Un campesino me avisó que un elemento extraño se asomaba del piso de su casa. Entonces yo decidí ir al día siguiente con cepillo de dientes, con brochas, puntas de cuchillos y mucha curiosidad. Trabajamos 12 horas diarias durante varios meses, y oh sorpresa, rescatamos una docena de vasijas  en forma de círculos y de media luna. También encontramos dos cadáveres zenúes”, recuerda con el mismo asombro.

Hasta el momento no se sabe qué posición social ocupaban los dos ejemplares zenúes hallados, sin embargo, se cree que se trataba de miembros de una familia que residió en el sector que utilizaban los recipientes para almacenar semillas de maíz, fríjoles, arroz, entre otros productos agrícolas.

“Creemos que eran ciudadanos del común dentro de la sociedad indígena Zenú, porque aún no hemos encontrado al cacique en Punta de Yánez. Se supone que donde está el cacique enterrado hay muchísimas vasijas y muchos más objetos e incluso hasta piezas en oro”, señaló.
 
En Punta de Yánez es común que los residentes al construir sus viviendas o crear nuevos caminos, se topen con recipientes, y otras herramientas antiguas. Algunas veces llegan a manos de Franklin y en otras ocasiones, estos elementos se pierden en el mercado negro de antigüedades.

“Cuando me comentan sobre un hallazgo, yo acudo a la casa de ese vecino y le pido que por favor me preste el elemento para tomar algunas fotos. Después a la otra semana, le hago otra visita y le voy comentando que yo tengo un museo y lo invito a mi casa para que vea en físico todo lo que yo tengo y ahí es cuando yo le digo que se trata de un trabajo que yo realizo sin ánimo de lucro. Algunas veces me la facilitan, en otras ocasiones se resisten, pero con el pasar de los meses se aburren y me regalan la pieza”.

También es fotógrafo

Además de registrar el pasado ancestral que yace bajo la tierra del corregimiento de Punta de Yánez; Franklin documenta el presente, en el mundo de los vivos, pues por su labor como fotógrafo profesional es contratado para matrimonios, fiestas patronales entre otros eventos que retratan el cotidiano vivir de los descendientes de la raza Zenú.

Franklin es el segundo de los tres hijos del matrimonio entre el Barranquillero, Santander Pla, mecánico de la Fuerza Aérea; y Josefina Elías, natural de Punta de Yánez, Ciénaga de Oro, con sangre Zenú.

La lengua Zenú fue declarada como muerta al no contar con nuevos hablantes tras la llegada de los españoles, sin embargo, Franklin analiza con detenimiento cada figura, cada fisura del tiempo, para codificar los mensajes de los antiguos zenúes.

“Yo siempre fui muy curioso con el tema de la reencarnación no sé porque me gusta todo lo que es arqueología, pero me siento mayormente complacido cuando estoy comunicando todo lo que yo sé para el aprendizaje de los niños, jóvenes, y adultos. Yo me siento fascinado, por eso quiero que ellos sepan lo mismo que yo sé de nuestra cultura. De pronto en alguna reencarnación yo fui indígena, porque yo siento una alegría muy grande cuando estoy parado sobre una tarima dando toda la información que he recopilado sobre nuestra identidad todos estos años”, puntualizó.

Piezas arqueológicas que están en el museo.
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