Cada año se producen alimentos más que suficientes en el mundo para nutrir al Planeta. Sin embargo, la sociedad se está alejando cada vez más de su objetivo de acabar con el hambre.
Después de una disminución constante durante una década, y de permanecer sin cambios desde 2015, la proporción de personas afectadas por el hambre saltó en 2020 y siguió aumentando en 2021. Hoy más de 800 millones de personas siguen pasando hambre.
Se estima que cada año se desperdician cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos en todo el mundo, según el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura. Hablamos de alimentos aptos para el consumo humano que son marcados como excedentes en restaurantes o supermercados y que terminan en la basura.
Uno de los pocos recursos efectivos para enfrentar la problemática del hambre ha sido la donación de alimentos. En este sentido, no se entiende la posibilidad de modificar el tratamiento tributario de la categoría de donaciones y alimentos y hacer que estas comiencen a pagar impuestos.
El impacto de una modificación tributaria de esta naturaleza no puede subestimarse. Según cifras de la Red de Bancos de Alimentos de Colombia, el desperdicio de alimentos en el país se podría ver incrementado en más de 23 mil toneladas anuales por cuenta de la medida, pues las empresas donantes encontrarán menos molesto botar la comida sobrante a la basura que incurrir en impuestos para donarla.
En Rappi entendemos el valor de este trabajo. Hemos apoyado, a través de Turbo, a ABACO (Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia) con la donación de alrededor de 30 toneladas de alimentos entregadas a bancos en Medellín, Cali y Bucaramanga, lo que equivale a impactar a más de 100 mil personas, con cerca de 436 mil raciones de comida.
Es probable que tome años dimensionar por completo el impacto total de la pandemia en nuestras vidas, pero podemos afirmar que la pandemia interrumpió la cadena de suministro en países como Colombia.
El gobierno tomó necesarias medidas para aliviar temporalmente la situación de los hogares más vulnerables, pero incluso antes de la pandemia ya había grandes iniciativas contra la inseguridad alimentaria, como la Ley 1990 de 2019.
En ese texto se eleva a la categoría de “solución a la seguridad alimentaria y nutricional” y se establecen medidas para reducir el desperdicio, contribuyendo al desarrollo sostenible desde la inclusión, la sostenibilidad ambiental y el desarrollo. No amenazamos con herir de muerte uno de los recursos más efectivos con que contamos para combatir el hambre en el país.
*Gerente de Comunicación Región Andina de Rappi