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Fango

“Podredumbre y corrupción, todo es causa en la nación, burocracia y ambición, anarquía la solución, fango, fango, fango…”   Así decía fango,  una de las canciones estrella de La Pestilencia, sobresaliente banda de punk colombiana conformada inicialmente por Héctor Buitrago y Dilson Díaz. La pestilencia se plantaba duro frente a problemas serios y expresaba en voz alta el inconformismo que traía en sus entrañas, así, logró ser una de las bandas más influyentes de nuestro país. 

En algún momento de la vida es necesario, casi obligante, construir un vínculo con la música. Profundo, ligero, sutil, espontáneo o inducido, no importa. Ojalá profundo, pero ojalá alguno y, si se puede, ojalá sea con algún género que nos permita rasguñar la comodidad, que nos saque del mundo invisible y que nos haga  sentir rebeldes, contestatarios, libertarios y auténticos. Esa, es una posibilidad cierta para no conminarnos a ser horizonte y quizá, plenitud a temprana edad. 

No se trata de perseguir ser expertos o eruditos, se trata simplemente, de sentir, en algún momento, la inigualable sensación de vibrar en una melodía, de experimentar un acorde, de fundirse en una letra, o de ser parte de una composición o de un movimiento, que al final, significará poder ser tono y ser baile y ser grito, lo que sumados constituyen, armonía y purificación. 

La música no es solo la capacidad de movilización del espíritu y el pensamiento, sino también, la añorable idea de poder sintonizarse con un núcleo, en el que más allá de todo y, ante todo, lo que se procura es abrazar el orgullo de la identidad. La música es eso, una poderosa herramienta de cohesión de seres a través de núcleos; como el fútbol, la filosofía, la gastronomía y otras tantas disciplinas que también deberían serlo. 

Al final de los 80s y principio de los 90s, se alojó en medio de mi adolescencia, un género y un sonido particular: El punk. Propuesta musical que se caracterizaba por ser contracultural e independiente.  Hecha con un sonido básico, casi minimalista, rasgado, crudo y tan sencillo, que por momentos lucía  descuidado, pero en el fondo, llevaba un mensaje colectivo de protesta ante enfoques y posicionamientos políticos, injusticias sociales, inequidad y corrupción. Ante todo, un cansancio extremo  y una crítica alterada al establecimiento. Nacido y desarrollado con gran eco al final de los 70s, con bandas británicas como Sex Pistols, The Clash, The Exploited y otras estadounidenses como Death Kennedys y Ramones; el punk salpicó rápidamente el mundo entero, incluyendo nuestras tierras. 

“Podredumbre y corrupción, todo es causa en la nación, burocracia y ambición, anarquía la solución, fango, fango, fango…”   Así decía fango,  una de las canciones estrella de La Pestilencia, sobresaliente banda de punk colombiana conformada inicialmente por Héctor Buitrago y Dilson Díaz. La pestilencia se plantaba duro frente a problemas serios y expresaba en voz alta el inconformismo que traía en sus entrañas, así, logró ser una de las bandas más influyentes de nuestro país. 

Ese estribillo, quedó por siempre grabado en mi memoria, no lo olvidé jamás, pero jamás imaginé, que 30 años después, lo fuera a recordar tan bien y tanto, producto del despreciable Fango, en el que hoy vivimos políticamente. Todo es podredumbre, todo es ambición y todo corrupción. ¡Todo es pestilente! 

Los fondos y las formas, las maneras, las posturas, los apoyos, los escándalos, las defensas, las opiniones, las tácticas, los soportes, las máscaras y, ojo, no solo de quienes son señalados, pues igual de vergonzosas son las manos y las caras de quienes participan, acusan y denuncian, pues terminaron casi todas utilizando los mismos métodos de desprestigio, para opacar, de cierta manera, otro tipo de desprestigio. Ojalá todo termine pronto y se sepa en que Fango tendremos que remar, para saber de cuál de ellos saldremos primero, y entonces, volver a escribir cartas de amor y no de Fango. 

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