El Heraldo
Opinión

Corazón de león

Rezo porque aparezcan las mentes pensadoras, las artes y los dioses, porque reine el corazón de león.

Nada es fortuito, en el mundo de la inconsciencia, se labran destinos insoportables y malditos. No son más que la suma de células contaminadas que a razón de ciclos inconclusos han propulsado el derecho de los dignos a la trastienda, gracias a las altas dosis de inyecciones de mentira sistemática a la que ha sido sometido el derecho a vivir.

Me prometí no escribir sobre el mundo cotidiano, siempre he creído en el hermoso universo paralelo de lo bello y lo elevado y, en su enorme poder de transformación. He considerado de gran importancia inocularlo a través de este y otros espacios en mi oficio, asumiendo el costo que proviene del juicio, pero hoy, he abierto por un instante la ventana.

El péndulo golpea con fuerza en su regreso sin importar el vértice del que proviene. Ponerle un solo rostro al caos parece más una estrategia que un hecho cierto, pues, en esta instancia ya pocos se salvan, hacerlo, es carecer de lo mismo que ha carecido nuestra historia por infinidad de calendarios: ¡De verdad! Quien señale, como algunos lo hacen con arengas y otros con titulares, un solo responsable, comete dos delitos morales suma gravedad: deja muchos más culpables por fuera y legitima a los escondidos y los disfrazados. Esa postura adolece de ética, se sumerge como lo hace el idiota útil en el mar oscuro de las conveniencias, le apuesta con agenda propia a su presente en evidencia resquebrajado, y sueña con una devolución de atenciones que bien alimente su ego, su poder o sus finanzas.

Quien lo hace forma parte del mundo criminal que ha regido los destinos de un barco al que hace mucho, mucho tiempo, le entró agua.

Agobio, fastidio y ahogo son los móviles de los saturados. Muerte y dolor la consecuencia. 

Regreso a mi refugio y alimento mi alma y mi existencia de suspiros que susurran a mi oído que en los momentos de crisis se abre una posibilidad única de restaurar las virtudes más nobles, aquellas que se volvieron paisaje, punto de no retorno y hasta motivo de burla y desprecio.

Las voces del silencio piden con amor y con respeto se establezca el honor, la disciplina, la compasión, la lealtad, el coraje, la perseverancia, la hospitalidad, la laboriosidad y por supuesto la verdad.

Son esas las virtudes que emanan del corazón, las que se encuentran en los manuales de los textos de filosofía más hermosos, los cuales fueron herramientas de gobierno de pueblos sabios y estructura de civilizaciones superiores cargadas de legados, colmados de conocimiento y con vigencia indestructible.

No hemos sido los dueños de las revoluciones industriales, ni de las tecnológicas, tampoco de las científicas, pero podríamos ser los gestores de una revolución sensible llena de dignidad y misticismo que diga basta a todo lo que se parezca izquierda y la derecha, que le ponga fin a lo que lo encarna una memoria ensangrentada repleta de maltrato y de mentira.

Rezo porque aparezcan las mentes pensadoras, las artes y los dioses, porque reine el corazón de león; redondo, pleno, compacto y esperanzador para que vuelva la posibilidad de creer, para que todo fluya como el sol en dirección a un nuevo mundo. Para que un día, por fin, cese la mentira.

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