
Ausencia
Estoy por concluir, con dolor manifiesto, que en el fútbol (en el nuestro) como en tantos otros escenarios de nuestra vida, nos gobierna la ausencia, que no es más que el gobierno de la muerte.
La muerte siempre sorprende, o casi siempre. Salvo en casos donde la calidad de vida se ve ampliamente comprometida y, vivir se convierte en un martirio incesante por la sucesión de sufrimientos que desencadena algún tipo de enfermedad severa, relacionarse con la muerte y entender su presencia, sigue siendo para nosotros, los habitantes de este mundo, un hecho que sorprende, sobretodo, por ser generalmente inesperado, aunque paradójicamente, es lo único que tenemos garantizado en la vida.
Es extraño, la actitud humana hacia la muerte en estos tiempos modernos, parece no evolucionar, por el contrario, suele radicalizarse aún más, abrigada por la teoría del temor a lo incierto y lo desconocido, lo que nos invita entonces e inevitablemente, a mirar atrás para poder mirar adelante.
Entender la muerte a través de la antigüedad puede darnos algo de alivio, pues solo allí, reposan teorías esperanzadoras y fantásticas que enaltecen la capacidad del hombre de trascender y ascender y, aunque estén plasmadas solo en la historia, en las páginas de los libros de filosofía, o en algunos manuscritos de pueblos y civilizaciones milenarias y sabias, siguen siendo, faro, luz, deseo y reposo, pues hoy, de aquello profundo e inspirador, solo queda una gran ausencia, la misma que caracteriza la interpretación de la muerte y, probablemente, la misma que significa por estos días, el resultado de partir: ausencia.
Cuando alguien se va, deja un vacío. Es difícil contravenir esa tesis, así los recuerdos sean supremos, el vacío existe y se hace un tanto más grande si aquel que pasó a mejor vida, era muy presente. Si su energía llenaba, si su sonrisa expandía, si su voz sobresalía y su baile divertía, si sus formas eran luchas incansables y sus zapatos siempre estaban pintados de barro, el vacío suele ser un cráter y allí, se hace para los mortales casi imposible desadherir el concepto de la muerte al de la ausencia, y cuando la ausencia se presenta vestida de muerte, persuade la vida, entonces, entendemos que por momentos la ausencia está presente en ambos planos: en la muerte y en la vida.
El fallecimiento reciente de Freddy Rincón, gloria del fútbol colombiano, ha dejado en mí una reflexión especial sobre la ausencia. Freddy fue en el césped zancada y caricia, fue el viento, fue de 100 metros, de dos chachas, fue la piel del incansable, fue sello, fue marca, fue fuerza y convicción, como si fuera poco, fue gol. La ausencia de Freddy, por su muerte, expone varias ausencias en el fútbol, y en la vida: la ausencia de un líder de marca mayor, la ausencia de grandeza y la ausencia de esperanza. Hoy, además, brillan por su ausencia, en vida, los que hipotecaron la magnanimidad por un cheque, los que creyeron que dos gambetas eran suficientes y anticiparon su retiro, cambiando el campo de batalla por la alfombra de dólares en la que retoza su incompetencia y de paso, dejaron los sueños rotos de miles de niños que un día se pusieron la 10 en la espalda y su nombre en el dorsal. Que lástima que no pudieron ver al 19. Si así hubiera sido, con seguridad tendríamos muchos de ellos llenando el hueco que dejó Freddy y, sería el 19 más apetecido que el 10, otrora cotizado en manos del Pibe.
Estoy por concluir, con dolor manifiesto, que en el fútbol (en el nuestro) como en tantos otros escenarios de nuestra vida, nos gobierna la ausencia, que no es más que el gobierno de la muerte.
Ojalá algún día, para mitigar la ausencia, la muerte, sea como la describió Sócrates, el filósofo: “una posibilidad de encuentro y reencuentro con los que ya han muerto y con los que morirán… la esperanza y la felicidad.”
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