Acaso alguien tiene la facultad de otorgar la paz gratuitamente? Esta es solo de Dios. Los adalides no han entendido todavía que la paz es un fenómeno resultante de una causa primaria, que de acuerdo a la lógica, nada puede obtenerse tratando los efectos, si antes no se trata la causa que los produce.
Y como ya he mencionado en algunas de mis columnas anteriores, “la vida es un don precioso al que tú tienes derecho, no prives a nadie de ese derecho”, así como “todo ser humano tiene derecho a vivir”.
La paz es el resultado de un proceso histórico bien encaminado, con ajustes continuos en lo social, en lo económico y en lo político… uno de los mejores ejemplos, desde su cautiverio, lo entendió y expresó el líder Nelson Mandela, que en su momento atinó diciendo: “Sueño con una África que está en paz consigo misma”. Un sueño que persigue el alma y el corazón de muchos países ansiosos de alcanzar una armonía que sea la ventana para la anhelada paz.
Diariamente el “desayuno” de los colombianos es rociado con las “chivas” noticiosas que deprimen el alma y oscurecen la visión del futuro, además de inclinarnos hacia la oscuridad del pesimismo:
Los planes de rehabilitación, la ayuda a los damnificados de catástrofes colectivas, las campañas masivas de salud, el problema carcelario, la educación, las vías de comunicación, los hospitales y todas estas urgencias, entran cojeando a las salas de espera. En todos los tiempos, las minorías a nivel universal han estado en desventaja. Por ejemplo, las minorías cristianas en el Líbano fueron fuertemente golpeadas por una guerra sin cuartel.
Al mirar otros rincones del mundo, no obstante poseer privilegios constitucionales y funciones de poder político… las minorías judías durante el sangriento régimen de Tercer Raich, donde según datos históricos conocidos, fallecieron más de 6 millones de ellos en el tristemente célebre holocausto; las minorías palestinas después de la ocupación de sus territorio por las milicias judías; las minorías negras en los países de la raza blanca y las minorías blancas en los países de raza negra; la diezmada raza de pieles rojas durante la colonización del oeste y de nuestras regiones selváticas, los primeros capítulos precolombinos nos dan el inhumano proceso de marginamiento de nuestras tribus aborígenes con la llegada de los conquistadores, solo para ilustrar algunos ejemplos.
En marcha, aunque tardío, un programa de rescate de estas agrupaciones humanas ha logrado sobrevivir a la vorágine inclemente de la selva, las pestes, la ignorancia y el maltrato.
Ahora, como expresé inicialmente, la paz está solo en Dios y es un principio que la Biblia consigna en Juan 14:27 “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden”.
Los hombres tenemos la responsabilidad y el compromiso ético y moral de alcanzarla, lejos de mezquindades, odios y que prime el bien común.
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