El gran escritor Jorge Luis Borges, maestro universal del cuento, también fue ensayista y, en numerosas ocasiones, crítico de cine.
En 1941, cuando veía muy bien, un agudo Borges escribió en la prestigiosa revista Sur sobre la nueva película El Ciudadano Kane, de Orson Welles, que tenía apenas 26 años.
El narrador argentino empezaba su crítica diciendo que la cinta del creador norteamericano“tiene por lo menos dos argumentos. El primero, de una imbecilidad casi banal, quiere sobornar el aplauso de los muy distraídos”. Y añadía en justicia: “El segundo es muy superior. (…) la investigación del alma secreta de un hombre, a través de las obras que ha construido, de las palabras que ha pronunciado, de los muchos destinos que ha roto”.
En otro párrafo, Borges precisaba sobre El Ciudadano: “La ejecución es digna, en general, del vasto argumento. Hay fotografías de admirable profundidad, fotografías cuyos últimos planos (como las telas de los prerrafaelistas) no son menos precisos y puntuales que los primeros”.
Pero al final de su argumentación, Borges valoraba la calidad del film de Welles comparándolo con el cine de Griffith y Pudovkin, “cuyo valor histórico nadie niega, pero nadie se resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería, de tedio. No es inteligente, es genial, en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra”.
En una entrevista con Henry Jaglon, en 1983, más de 40 años después de la crítica de Borges, el cineasta Welles se refiere a su propia cinta cuando comenta: “Siempre supe que a Borges no le había gustado. Dijo que era pedante, una cosa muy extraña de decir al respecto, y que se trataba de un laberinto. Y lo peor de un laberinto es que no hay manera de salir. Y esta es una película de laberinto sin salida. Borges es medio ciego. Nunca olvides eso. Pero sabes, yo podría entender que él y Sartre simplemente odiaban a Kane. En sus mentes, ellos veían –y atacaban– algo más. El problema son ellos, no mi obra”.
Poco tiempo después, un Borges medio avergonzado, le confesaría a su entrevistador, Oswaldo Ferrari, que en aquella época de crítico solía equivocarse con frecuencia. “Por ejemplo, yo escribí un comentario del todo indigno sobre un excelente film que se llamaba Citizen Kane de Orson Welles”, puntualizó el escritor antes de revelar: “Y escribí ese comentario adverso no sé por qué… un capricho”. Lo dijo, como pidiendo perdón, para quedar en paz con Orson Welles.
Dirigida, escrita, producida y protagonizada por Welles, El Ciudadano Kane es considerada hoy una obra maestra del cine mundial, por sus innovaciones narrativas y audiovisuales. En su momento nominada a nueve premios Oscar (a mejor película, director, guión original, actor principal, dirección artística, fotografía, banda sonora, sonido y montaje) obtuvo solo uno, al del mejor guión original, escrito por Orson Welles y Herman Mankiewicz.
El Ciudadano Kane jamás recuperó en taquilla su millonaria inversión pero siguió creciendo en la opinión de los críticos del mundo, que hoy la siguen ponderando como una de las tres más grandes películas de toda la historia, junto a otras dos joyas inmortales: El Padrino y Casablanca.
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