El Heraldo
Opinión

Una Colombia pueril

En ocasiones creo que muchos de nuestros compatriotas tienen unas expectativas exageradas con respecto al verdadero alcance de las funciones e inclusive de los supuestos deberes del Estado. No me refiero a lo que está escrito en documentos, acuerdos, leyes, decretos y normas, el papel soporta cualquier cosa, sino a lo que en la práctica puede ser abordado con capacidad y eficacia. Esa desconexión entre lo deseado y la realidad es caldo de cultivo para frustraciones y enojos, la normal reacción ante la promesa incumplida, y además propicia que se malgasten los recursos en acciones que al final no entregan réditos de valor, no solucionan nada y aportan muy poco.

El pasado fin de semana se celebró la consulta popular del Partido Liberal. Ese ejercicio democrático fue duramente criticado por el importante gasto de 40.000 millones de pesos que, según lo que se pudo observar en varios medios, significó para el Estado. Una cifra nada despreciable incluso en un contexto de bonanza, que por supuesto no es el que vivimos en este momento. Leí y escuché a varias personas acudiendo a la Constitución como una manera de justificar la consulta, escudándose en nuestra carta fundamental para darle sentido a la impertinencia. A pesar de que ejercí mi derecho al voto y acudí al llamado democrático, cuesta mucho entender, más allá de rigideces conceptuales, tal despilfarro de dinero.

Este caso, por limitar la muestra, seguro que hay más, me hace pensar que en este país estamos sufriendo de incontrolables ataques de puerilidad.

La mente infantil no logra entender que ciertos deseos, por ideales que le parezcan, no deben llevarse a cabo o resultan improcedentes al estar fuera de las posibilidades que dicta el sentido común. El consabido berrinche que sigue a la negativa, lleva a los desesperados padres a ceder en la petición, es decir a equivocarse, o a armarse de una paciencia ejemplar y dejar que pase el episodio. El niño volverá a insistir en estos métodos hasta que el paso del tiempo le demuestre que es inútil, apareciendo así el primer amague de la tan esperada adultez.

Parece que muchos colombianos, ya crecidos, están aún viviendo en esa etapa pueril y piensan que el Estado tiene la obligación de brindarle respuesta o solución a todo lo que se les ocurre, sea cual sea el momento, la pertinencia, la escala o magnitud del problema o del reclamo. Como si se tratara de una colosal figura mitológica, le piden sin cesar y sin consideración, suponiendo que es todopoderoso y tiene recursos inacabables y mágicos. Convendría recordarles que no, que las arcas del Estado son finitas, que solo con pedir no basta, y sobre todo, que debemos ser más responsables con nuestros actos para no desperdiciar lo poco que tenemos. Esta mínima comprensión, que tanto bien nos haría a todos los demás, los elude todavía, como a los niños.

moreno.slagter@yahoo.com  
@Moreno_Slagter

 

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