No es el de Claudia López, así haya sido una de las organizadoras de la consulta; tampoco es el de Uribe, a pesar del eco que tuvieron sus críticas en la jornada.
Este nuevo país no se sitúa en los extremos de una izquierda radical que enarbola las banderas ideológicas que recogieron, inclusive, quienes las izaron primero; menos, en la extrema derecha que quiere mantener el statu quo para continuar con su poder altanero.
La Colombia que se manifestó el pasado domingo ya no es la república de unos pocos.
Los muchos que acudieron a las urnas, sin sancochos, sin transporte, sin promesas, sin mermeladas, constituyen una masa crítica de gran valor.
Es verdad que faltaron 468 mil ciudadanos para alcanzar el umbral; en tal sentido tendríamos que lamentar la escasa participación de regiones acosadas por el flagelo, como Córdoba y La Guajira.
Pero también fueron evidentes los 11,7 millones de personas que gritaron su hastío. Entre ellos, los casi 1,6 millones de costeños que, con todo, cumplieron la cita.
Algunos insistirán que fue un fracaso apreciable, habida cuenta del costo que tuvo el proceso (como si el mayor costo no fuera el silencio democrático).
Mi lectura es que lo que parecía una aventura quijosteca, es hoy un gran movimiento social adobado con cultura política, que trasciende los partidos y las manipulaciones ideológicas.
Ya lo han dicho algunos analistas: el domingo hubo más votos que todos los depositados por el presidente que más votos ha obtenido en la historia reciente.
Y eso supera a la señora López y a toda la izquierda juntas. También, a todos los partidos que están del otro lado.
Por años nos dijeron que aquí lo que funcionaba era la democracia representativa, tan antigua y desfasada como el Estado-nación. Era un miedo a la democracia participativa, tan antiguo y desfasado como el comunismo que lo originó.
Los ciudadanos sí tenemos madurez y la legitimidad para representarse a sí mismos. Aquí están los resultados.
Esta nueva nación, que nos ha puesto a las puertas de la civilización política, no se deja de charlatanes. Es una nación que investiga y busca su propia verdad. Una nación a prueba de las noticias falsas que le hacen trampa al sistema. Nación que empieza a construir otra realidad, venciendo las mezquindades y pensando en generaciones futuras.
El domingo se pronunció válidamente sobre la corrupción campante que se roba 22 billones de pesos cada año y comprometen asociaciones irregulares a 102 representantes y 92 senadores (el 30% del Congreso).
Que bien que el presidente Iván Duque haya asociado los resultados con un mandato supremo de los ciudadanos. Mejor aún, el paquete de medidas que anunció en su primera alocución.
Habrá que esperar lo que diga el Congreso. Si hay algo de decencia, deberá legislar sobre el clamor nacional.
Pero mañana el naciente país podrá pronunciarse sobre cualquier otro tema. Y habrá que oírlo.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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