La semana pasada se anunció un concurso privado para escoger una intervención artística y paisajística en la rotonda ubicada en la avenida circunvalar, frente a las plantas industriales del grupo Tecnoglass, empresa promotora y principal responsable de la iniciativa. La noticia es muy positiva para la ciudad, dado que infortunadamente este tipo de convocatorias han sido relativamente pocas en los últimos tiempos, en los que nos hemos acostumbrado a que las intervenciones en el espacio público, desde estatuas y monumentos –como el que nos ocupa– hasta edificios institucionales de toda índole, sean adjudicadas mediante procedimientos diferentes.
Los concursos, como método abierto para escoger la mejor opción entre varias propuestas, son una práctica que cuando se lleva a cabo con transparencia y objetividad enriquece con el tiempo la calidad de los proyectos arquitectónicos o artísticos en un ámbito determinado.
Mediante este tipo de ejercicios muchas ciudades han encontrado sus edificios más icónicos, aquellos que inclusive han llegado a convertirse en símbolos a nivel nacional. La Casa Blanca en Washington, el edificio del parlamento inglés (con su famoso Big Ben) en Londres, la ópera de Sydney, el urbanismo de la ciudad de Brasilia y el centro Pompidou en París, son todos ejemplos de los resultados que se han derivado de convocatorias a concursos de diseño y urbanismo por parte de sus respectivos gobiernos.
Además de los evidentes beneficios para los ciudadanos, con los concursos de diseño los gremios interesados observan significativas mejoras en el nivel general de sus profesiones. Nada puede ser más estimulante para un joven egresado que saber que tiene posibilidades de erigir una obra importante contando solo con su talento e ingenio, sin tener que acudir a influencias o contactos que no siempre son recomendables. Para los arquitectos, artistas y diseñadores, la participación en concursos y el sometimiento de sus creaciones a la crítica, buena o mala, necesariamente impulsa el proceso creativo y propicia un mejoramiento general de su práctica. Es un hecho que frente a la libre y honesta competencia se destacarán siempre los mejores.
Desde luego, hay riesgos intrínsecos. Una mala decisión de un jurado puede desprestigiar bastante el ejercicio y llevar a los promotores a seleccionar propuestas que no cumplan con sus expectativas. Tampoco se pueden descartar, lamentablemente, fallos amañados y tramposos, ni convocatorias que no cumplan con los estándares esperados, lo que supondrá pérdidas de tiempo que no son despreciables. Pero a la larga, persistir en la celebración de concursos termina entregando réditos positivos en la gran mayoría de los casos.
Por eso hay que celebrar esta iniciativa de Tecnoglass y el Distrito, y esperar que ojalá en el futuro próximo sea esta la tendencia en nuestra ciudad. Podríamos encontrarnos con sorpresas muy agradables.
moreno.slagter@yahoo.com
@Moreno_Slagter
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