En una misma semana La Troja pasó del cielo al purgatorio. Las primeras noticias hablaban de un video grabado el 1 de enero en los alrededores del reconocido sitio de música salsa en el que se podía ver a una multitud participando en una espontanea comparsa. Al son de música del Carnaval de Barranquilla, los visitantes de La Troja hacían una coreografía de lado y lado de la calle. El video fue compartido a través de las redes sociales como símbolo de la identidad barranquillera. A los pocos días La Troja volvió a ser noticia. Ya no como escenario de la alegría de los carnavales, sino como escenario de una represiva medida que ordenaba su cierre temporal.

Algunos aseguran que el divertido video llegó a manos de la Policía Metropolitana y hasta allí llegó la diversión. En las declaraciones que Edwin Madera, el propietario de La Troja, ha dado a los medios, explica que la organización del lugar se puso de acuerdo con las autoridades al ver lo que estaba pasando, con el fin de tomar medidas para contrarrestar el flujo de gente en la calle. Sin embargo, agrega Madera, aunque no se presentó una situación lamentable, a las 11:30 de la noche de ese mismo día la Policía tomó la decisión de cerrar La Troja.

Más allá de la alegría de la comparsa, para la Policía solo se trata de una arbitraria invasión del espacio público en la carrera 44. Ni más ni menos. La controversia que se ha generado no es asunto menor, La Troja ha sido declarada patrimonio cultural y musical de Barranquilla y próximamente cumplirá 52 años de funcionamiento. El secretario de Cultura, Juan José Jaramillo, manifestó su desacuerdo con la medida policiva y salió a la defensa de las tradiciones culturales y los ambientes festivos. Otra cosa piensa el secretario de Control Urbano y Espacio Público, Henry Cáceres, al que le parece que el Código es una herramienta útil para controlar situaciones en el espacio público, como riñas y actos delictivos. Estas posiciones tan disímiles en una misma administración evidencian el absurdo choque que representa un Código de Policía que impone orden sobre expresiones culturales y que, de postre, las considera un argumento irrelevante. Más allá de este ya conocido dilema que provoca la aplicación del Código de Policía y de la necesaria defensa del sitio salsero, surge la pregunta por los escenarios culturales en Barranquilla. Por mucha indignación que nos produzca la exagerada medida, en cuestión de días La Troja volverá a abrir sus puertas. No pasará lo mismo con el emblemático Teatro Amira de la Rosa. Los escenarios culturales en la ciudad han tenido que enfrentar crisis asfixiantes, algunos sin encontrar ningún alivio ni una defensa determinante en quienes tienen las carteras de las políticas culturales.

El Código de Policía es apenas un adversario más, Barranquilla enfrenta problemas estructurales en materia cultural. A mediados de 2017 se desplomó un techo y un muro de los salones de música de Bellas Artes. Así, todo se desploma.

javierortizcass@yahoo.com