El anuncio de la fecha de retirada de la canciller alemana Angela Merkel el lunes pasado no fue una gran sorpresa. El domingo anterior, su partido, la Unión Democristiana (CDU), había sufrido otro varapalo, esta vez en las elecciones regionales de Hesse. Los candidatos locales no dudaron en señalar como culpable del resultado a las políticas del Gobierno federal y, en concreto, a la descoordinación y bronca permanente en la gran coalición entre conservadores y socialdemócratas. En cualquiera de los casos, todo el mundo en Alemania daba por hecho desde antes de las elecciones en Hesse que esta sería la última legislatura de Merkel tras 13 años en el poder.
El plan de la canciller es una retirada a plazos. Ha renunciado a presentarse a la reelección como presidenta de la CDU en diciembre, pero pretende continuar en la cancillería hasta el fin de la legislatura en 2021, cuando batiría el récord en el poder de su antecesor y mentor Helmut Kohl. Sin embargo, hay muchas dudas de que Merkel consiga su objetivo. Primero, habrá que ver quién le sucede al frente del partido. Muchos militantes y votantes democristianos piden un perfil más conservador frente al toque centrista o incluso de centroizquierda que supuso el mandato de Merkel. Con Friedrich Merz y Jens Spahn hay dos candidatos posibles de ese perfil. De modo que es probable que el nuevo presidente de la CDU intente ganar perfil y apoyos desmarcándose de la política actual de la gran coalición. Luego está la incertidumbre acerca del socio de gobierno, los socialdemócratas, que se han hundido aún más que la CDU y podrían plantearse poner fin a la alianza, lo que precipitaría el fin de la canciller. Las elecciones al Parlamento Europeo en mayo podrían ser el momento decisivo.
Una salida de Merkel a estas alturas vendría en muy mal momento para Alemania y para Europa. Se le puede criticar por muchos aspectos de su política exterior, como la imposición a los países periféricos de una austeridad máxima durante la crisis de euro o su resistencia a la culminación de una unión monetaria/bancaria real, pero su liderazgo ha sido clave para mantener vivo el proyecto europeo. Además de las elecciones europeas de mayo y la renovación en otoño de la Comisión Europea, en marzo se llevará a cabo definitivamente el Brexit, cuyas consecuencias negativas son todavía imprevisibles. A esto se suman las presiones de las fuerzas antieuropeas que ya gobiernan en Polonia, Hungría, Italia y otros países. Sin Merkel, y con Alemania sumida en un proceso electoral, solo quedaría el presidente francés Manuel Macron con suficiente peso para tomar las riendas.
Una UE en crisis es el escenario soñado por Donald Trump y Vladímir Putin. Por ello, los alemanes deberían tener algo más de paciencia con una jefa de gobierno que ya ha puesto fecha a su marcha. Y los demás dirigentes europeos harían bien en no tratar a Merkel como un pato cojo si quieren que la voz de Europa pinte algo en el mundo de los Trump, Putin, Xi Jinping o Bolsonaro.
@thiloschafer
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