Este jueves se celebra el Día de Europa en conmemoración de la Declaración Schumann que puso las bases para la Unión Europea. Mientras, la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo del 23 al 26 de mayo está ya en marcha por todo el continente. Se trata de los comicios más grandes del mundo después de India, con más de 400 millones de personas con derecho a votar. Pero, lamentablemente, solo una parte de ellas suele molestarse en ir a las urnas. La participación ha caído constantemente desde el 62% de las primeras elecciones europeas en 1979 hasta el 42% de las últimas en 2014 (el récord negativo lo marcó Eslovaquia con tan solo el 13%).

A la mayoría, el Parlamento Europeo con su doble sede en Bruselas y Estrasburgo le queda lejos y, aparentemente, le parece poco importante. Precisamente por ello, algunos ven en los comicios europeos una oportunidad para emitir un voto de castigo contra los políticos de siempre, algo que beneficia a partidos radicales y, a veces, absurdos. Sin embargo, que en esta ocasión el péndulo de la participación podría moverse hacia el otro lado. El auge en tiempos recientes de fuerzas ultranacionalistas y populistas en muchos países debería movilizar a la parte de la sociedad que teme la irrupción de esta política retrógrada y xenófoba en la Eurocámara. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, la Lega de Matteo Salvini en Italia, Alternativa para Alemania, el Fidesz del húngaro Victor Orbán, el PiS polaco y muchos otros tienen en común su deseo de acabar con la UE tal como la conocemos y renacionalizar al máximo sus competencias. Vamos, la vuelta al Estado-nación de siempre frente a la cooperación internacional y la apertura de fronteras. La mayor paradoja es que, encima, el Reino Unido finalmente participará en las elecciones europeas, debido a la incompetencia clamorosa del gobierno de Theresa May y de todo Westminster para encontrar un acuerdo sobre el Brexit antes de las elecciones. Es previsible que le vaya bien a aquellos partidos británicos que no proponen otra cosa que la salida de la UE.

A los enemigos internos hay que sumar los externos, especialmente la pinza de Donald Trump y Vladimir Putin contra Europa. A EEUU y a Rusia –también a China– les interesa debilitar, o incluso desmantelar, a la UE porque el mayor bloque económico del mundo es un serio rival. Una Europa unida tiene peso suficiente para imponer estándares medioambientales más rigurosos a EEUU o forzar a Google, Facebook o Amazon a que paguen los impuestos que deben.

Aunque el Parlamento Europeo tiene competencias más limitadas que otras cámaras y no puede elaborar leyes por su cuenta, sí que tiene un poder muy importante en la elaboración de la legislación comunitaria, que se traspone automáticamente a los países miembros. Si las fuerzas antieuropeas triunfan en estas elecciones hay un serio riesgo de que se bloqueen los avances. Esto debería ser motivo suficiente para sacar a esa otra mitad que no vota del letargo.

@thiloschafer