La proclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela me pilló por sorpresa durante una estancia en Alemania. Leo que para muchos enterados a ambos lados del conflicto la movida del presidente de la Asamblea Nacional de Caracas no fue una sorpresa, ya que estaba planificado desde hace tiempo. Como prueba se alega el inmediato reconocimiento del nuevo líder opositor como presidente de Venezuela por parte de Estados Unidos, Brasil y Colombia, entre otros. Como vivo en España, me resulta algo familiar la dramática situación en Venezuela, la crisis, la escasez, la violencia que ha empujado a buena parte de la población a huir a otros países, entre ellos España (unos 100.000). El pulso entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición hace tiempo que es un factor importante en el debate político en España.

No así en el resto de Europa. Pocos alemanes están al tanto de lo que está ocurriendo en Caracas y Maracaibo. Se trata de un conflicto más en el mundo cuyas deplorables consecuencias de vez en cuando se cuelan entre las noticias internacionales. Esto explicaría la lenta reacción de los dirigentes europeos –aunque los gobiernos estén mejor informados sobre tensiones en el extranjero que la ciudadanía–. A diferencia de Washington, Brasilia y Bogotá; en Berlín, Londres y París no tenían tan claro si el joven Guaidó merecía su apoyo incondicional e inmediato. El asunto parece mucho más complejo.

Es posible que en la respuesta más tibia de Europa, que pone un ultimátum a Maduro para convocar elecciones, tenga bastante peso una cultura exterior de no intervención. Generaciones de europeos hemos crecido en el rechazo al imperialismo yanqui en América Latina en el pasado. Que a Guaidó le haya reconocido Trump y Bolsonaro no parece un certificado halagüeño. Aunque todavía más elocuente es el apoyo de líderes de la talla de Putin, Erdogan o Xi Jinping para Maduro. En este sentido, la cauta posición de la Unión Europea respecto a la situación en Venezuela me parece correcta.

Más sorprendente me ha resultado la contundencia de Pedro Sánchez que tildó esta semana a Maduro de “tirano”. Las palabras del presidente de España son también para consumo interno. Porque los conservadores del Partido Popular han convertido la bandera de la oposición a los bolivarianos en un arma con la que atacar al gobierno socialista en cualquier ocasión. Hasta los presupuestos de Sánchez llevarían al país a una situación como en Venezuela, según el PP, porque los pactó con Podemos, el partido de izquierda cuyos líderes hace años asesoraban a Hugo Chávez, aunque hace tiempo que le hayan dado la espalda al régimen de Maduro.

Igual los gobiernos de España, Alemania, Francia y Reino Unido exageran al ponerle un plazo de solo ocho días a Maduro para que convoque elecciones. Pero creo que los propios dirigentes bolivarianos harían bien en preferir la intermediación de los europeos a personajes turbios como Trump y Bolsonaro.

@thiloschafer