Escándalo de Sarabia e incredulidad
El gobierno tiene el deber de restablecer la confianza en la democracia, para ello debe manifestar un mensaje coherente con el discurso que lo llevó al poder, escuchar e incluir en sus decisiones a quienes están más allá de su círculo cercano, condenar sin reparos estos hechos que se dieron al interior de su equipo y respetar la libertad de prensa en Colombia. Son tiempos para corregir y enderezar el camino, no para la soberbia ni el desprecio que muchos tienen cuando llegan al poder.
Más allá del escandaloso episodio de Laura Sarabia, que terminó con su salida del gobierno, el país necesita claridad sobre quiénes son los responsables de las interceptaciones ilegales de las que fue víctima Marelbys Meza, "chuzadas" que son la punta del iceberg de una situación que ha puesto en entredicho la credibilidad de un gobierno. En Colombia no se habla de otro tema que no sea este, de las intrigas y los interrogantes que dejó esta situación, de cuánta plata se perdió o se robaron y de quiénes están detrás de todo este extraño entramado de mentiras. Sarabia llevó a todo un país a jugar de Mario Conde y de Inspector Gadget, salpicó la imagen de la Casa de Nariño y le quitó toda la atención a los hechos relevantes que deberían ocupar la agenda nacional, empezando por la reforma a la salud.
Si el gobierno quiere comprometerse con el cambio prometido, este tipo de situaciones no pueden presentarse, pues son estos mismos hechos los que condenaron con absoluta vehemencia en el pasado y los que, de cierta forma, cuando eran oposición, los posicionaron ante una parte de la ciudadanía como el gobierno alternativo a la política del establecimiento. Entre los escándalos y las salidas en falso de funcionarios del gobierno y algunos miembros del Pacto Histórico, van restando puntos a la favorabilidad del presidente, lo que en últimas redunda en la viabilidad que tendrá su plan de gobierno, las reformas que quiere impulsar y el apoyo popular que esperaban tener para ellas. La difícil gobernabilidad que le espera en los próximos meses –sino en los próximos años– afectará notablemente el crecimiento y el desarrollo de un país que vive del único anhelo de salir adelante todos los días.
En un país que se mueve por las emociones, todos estos hechos han dejado a muchos en estado de incredulidad y desahucio, porque hay una sensación generalizada de que Colombia lo ha probado todo en términos políticos y que ningún experimento parece haberle funcionado. El gobierno tiene el deber de restablecer la confianza en la democracia, para ello debe manifestar un mensaje coherente con el discurso que lo llevó al poder, escuchar e incluir en sus decisiones a quienes están más allá de su círculo cercano, condenar sin reparos estos hechos que se dieron al interior de su equipo y respetar la libertad de prensa en Colombia. Son tiempos para corregir y enderezar el camino, no para la soberbia ni el desprecio que muchos tienen cuando llegan al poder.
@tatidangond
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