Era de esperarse la salida de Alberto Gamero. Los resultados y la forma de juego del Junior lo condenan. El equipo fue eliminado de la Copa Libertadores por el modesto Atlético Tucumán y marcha penúltimo en la tabla de posiciones de la Liga Águila. 

El técnico samario falló en la conformación de la nómina, en la preparación, en la consolidación de un modelo de juego, en su manejo de grupo y en las sustituciones durante los partidos. Casi nunca dieron resultados sus cambios y el equipo terminó convertido en un arroz con mango, lanzando pelotazos y jugando a la topa tolondra. No se veía estructura.

Protagonizó incoherencias como decir que Junior no se ve bien jugando con dos delanteros y el sábado, ante Jaguares, finalizó jugando con tres.

A Gamero se le advirtió que este era un club diferente a los que estaba acostumbrado a dirigir, que la exigencia y presión eran mayores, que no se podía conformar y debía pedir más para armar mejor su plantel.

La nómina que finalmente aceptó no le servía para pelear la Copa Libertadores, pero alcanzaba para llegar a la fase de grupos y para no estar penúltimo en la Liga. ¿O me van a decir que Jaguares y Alianza tienen mejor plantilla?

Lamento decirlo porque es un DT costeño, trabajador y que queríamos ver triunfar en Junior, pero Gamero no tiene defensa. 

Ahora bien, no es el único culpable. Los jugadores por sí solos no han resuelto nada. Les falta calidad, carácter y compromiso. Son pocos los que se salvan, Enrique Serje y Alexis Pérez son quienes siempre se ven corriendo y dando todo. Los otros, a veces sí, a veces no o nunca. La salida de Gamero es comprensible, lo injusto es que en el equipo se queden impunes los otros culpables de esta amarga situación deportiva. ¿Y el castigo a los jugadores?