La polémica nacional suscitada por la medida del alcalde de Soledad de modificar el próximo año el horario escolar en las instituciones oficiales del municipio, para que los niños entren a las 9 a.m. y de que no se les asignen tareas para la casa, que en muchas ocasiones son hechas por los adultos, es una propuesta interesante pero debe ser evaluada por expertos.

La educación incide en la vida social, económica, cultural y política de una sociedad. Con frecuencia escuchamos la necesidad de reformarla. En eso se está trabajando, sin embargo, el sistema de enseñanza actual tiene un formato que viene del siglo 19. Los grandes relatan a los chicos lo que tienen que aprender. Por ello, la creatividad, la imaginación, la formación de un criterio de decisión desde los primeros años son aspectos a reforzar. 

Hace 60 años o más se aprendían artes y oficios que hoy se han perdido. Un chico que aprende albañilería puede llegar a estudiar arquitectura y tener unas bases sólidas en el área; otro que aprenda carpintería pudiera llegar a ser el mejor ingeniero forestal, y así podemos seguir enumerando otras posibilidades. Independiente del uso de las formas de tecnología disponibles, que son muy útiles, el tiempo en las aulas de clase se podría usar además para debatir entre alumnos y encontrar formas ingeniosas de resolver problemas diarios.  

De acuerdo con la actual ministra de Educación, dentro de la autonomía escolar se deben respetar las horas de clase asignadas para los diferentes grados. Los niños al ir al colegio tienen que estar ahí con sus docentes, que son el corazón de la formación y quienes ayudan a que estos puedan aprender y desarrollar las competencias que les ayudarán en la vida.

De acuerdo con expertos en Educación, en América Latina un factor  preocupante que encuentran en los colegios es la disciplina y el respeto por la autoridad. Cuando la relación maestro-alumno no es la mejor, porque se les otorgan a los niños demasiados ‘derechos’ y se les retiran muchas de sus ‘obligaciones’ se rompe el equilibrio y se le resta al educador su autoridad, cosa que a veces es respaldada por los padres. Insisten en rescatar los valores que se han invertido creando sofismas de distanciamiento entre profesores y alumnos, donde el “profe” es el enemigo del alumno, brilla por su ausencia la urbanidad y las buenas maneras, y los estudiantes no estudian; pareciera como si la academia estuviera en crisis.

En ocasiones, los educadores sufren las consecuencias de un sistema que los desestima como generadores de cultura y los relega a un segundo plano, lo que conlleva a la pérdida del interés y la pasión por su profesión. El modelo de formación de maestros va unido a mejorar la calidad de la enseñanza.

Como reza un refrán, “Solo los pueblos educados dirigen sus destinos con madurez y libertad”, la decisión no depende de los políticos sino de la ciudadanía.

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