El Cisne Negro
El principal socio comercial de Colombia es EEUU, pero su énfasis, exceptuando unos temas puntuales, es minero-energético; productos como el carbón y el petróleo representan cerca del 65% del total de las exportaciones. Por su parte, Venezuela no solo necesita manufactura y servicios, sino que ofrece mejores márgenes. La liberalización cambiaria estabilizó la inflación que superaba el 5.000.000%, lo cual, en conjunto con un petróleo por encima de US$120, va a crear un aumento de demanda. Si EEUU elimina las restricciones y permite inversión, la bonanza será aún mayor.
Un hecho inesperado, un evento al margen de la distribución, algo tan improbable como la dolarización de facto del país vecino; la decisión de EEUU de repensar su relación con Venezuela, con tal de conseguir más petróleo, un cisne negro.
A pesar de no existir cifras confiables, se estima que con el fin de la hiperinflación se incrementó en un 20% la economía venezolana. Si EEUU levanta las sanciones y existe una fuente confiable de pago, lo mejor para Colombia sería normalizar sus relaciones comerciales con Venezuela. Es hora de reconocer que el bloqueo actual no dio los resultados esperados. Reabrir ofrecería un dividendo económico inesperado para Colombia. Hoy nuestras exportaciones son de bienes básicos, pero si retomamos, el comercio aumentaría en valor agregado.
Han pasado 15 años desde el pico de comercio con Venezuela, el cual fue superior a los US$7.200 millones. Si bien, parte de ese monto, entre 2004-2007, fue un arbitraje cambiario, las exportaciones colombianas alcanzaron los US$1.200 millones. En contraste, el intercambio en 2020 fue de tan solo US$222 millones, Colombia exportó US$195 millones y Venezuela US$26 millones; sobra decir que, en la porosa frontera de 2.219km existe un comercio informal que aumentaría el dato oficial, pero la caída es evidente.
La intromisión política en la economía, los altos impuestos y la falta de inversión causaron el deterioro del aparato productivo en Venezuela. Se causaron niveles altos de desempleo, según el FMI fueron de 58,7% en 2020; al mismo tiempo, la deuda oficial, según el Banco Mundial, supera los US$188.000 millones, sin incluir PDVSA y canjes con China y Rusia; la producción petrolera es la más baja de los últimos 70 años, con menos de medio millón de barriles; sin hablar del racionamiento de bienes básicos causado por la quiebra de fincas y empresas. Venezuela no produce y necesita comprarlo todo.
El principal socio comercial de Colombia es EEUU, pero su énfasis, exceptuando unos temas puntuales, es minero-energético; productos como el carbón y el petróleo representan cerca del 65% del total de las exportaciones. Por su parte, Venezuela no solo necesita manufactura y servicios, sino que ofrece mejores márgenes. La liberalización cambiaria estabilizó la inflación que superaba el 5.000.000%, lo cual, en conjunto con un petróleo por encima de US$120, va a crear un aumento de demanda. Si EEUU elimina las restricciones y permite inversión, la bonanza será aún mayor.
Colombia está lista para vender de todo, pero hay que reconstruir cadenas logísticas. Debe preverse un plan para identificar plantas de producción complementarias al déficits venezolanos y fomentar lazos comerciales con importadores y comercializadores. Hay que priorizar los proyectos viales de Barranca-Bucaramanga-Pamplona-Cúcuta y la vía de Sogamoso a Pamplona, e incluso pensar en pasos fronterizos en La Guajira o en una vía marítima desde puertos del Caribe.
En Norte de Santander y Arauca, donde la frontera es viva, normalizar el comercio sería una gran bondad, pero los efectos se sentirían tan lejos como Manizales y Cali. La oportunidad no solo es en término de bienes, las empresas colombianas pueden ser proveedoras de servicios. Ojalá este cisne negro, pase a muchas personas del rojo al negro.
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