No importa si sientes que la fecha es insulsa.
No importa si tienes miedo en tu propia casa.
No importa si te fustigan por lo que haces o dejas de hacer.
No importa si la lucha por los derechos que dicen las propagandas oficiales, resulta infructuosa en los puños de quien te agrede.
No importa si crees que las tuyas y las de muchas son cifras menesterosas en las páginas de los diarios.
No importa si crees que el paro de las mujeres es apenas uno más entre tantos movimientos en el que tus congéneres levantan la voz. Y nada pasa.
No importa si algunas mujeres han sido asesinadas en la complacencia, la resistencia o el combate: un día esta sociedad, en esos momentos miserable, se percatará de la historia que ha perdido por no detener a los seudovalientes que se envalentonan con la debilidad y el sometimiento de sus semejantes.
Entonces, que tampoco te importen las flores o los bombones que fuerzan en los supermercados con la diligente inspiración de sus cajas registradoras.
Mañana, mírate al espejo y saca la fuerza y la dignidad que algunos han querido marchitar. Y hazles ver, a ellos y a nosotros, que contra todos los pronósticos sigues siendo una diosa.
Siéntete, entonces, como Afrodita y personifica el amor y la sexualidad que estos Hefestos de hoy no han podido quitarte, a pesar de sus voces inmisericordes en la mañana.
Blande tu espada, tu escudo y tu cabeza para que podamos apreciar el poder que emerge de la inteligencia ateneanse que no conocen los que anteponen el horror, el odio y la maldad para sentirse superiores con su aliento alcoholizado.
No te des por vencida si como Ariadna lo has entregado todo y crees que la traición desdeña tus adentros. Cada traidor construye su propio laberinto y combate con monstruos malnacidos que cree haber vencido, mientras el fervor por el sentimiento auténtico encuentra el hilo que conduce a la felicidad suprema.
Vuelve a Gea, la madre de todo, y derrama la fecundidad que es esencialmente tuya, y no solo por los hijos que pares o te exigen: triste aquel que no reconozca la esplendida fertilidad de tus ideas.
No te resistas a Pandora –¿por qué habrías de hacerlo?– así algunos crean con monumental idiotez que los males del mundo, que tienen pedasumbre y no sexo, sean fruto de tu entrañable torpeza.
Escoge ser Penélope o Helena. Solo tú. Y desata la guerra de Troya o teje de día y desteje de noche, pero que los únicos juicios sociales sean los de tu conciencia. El resto no importa.
Y nunca dejes en el diván tu alma guerrera. Vamos amazona, hipólita de arco y flecha: ante la violencia desenfunda la valentía. Que el planeta sepa que andabas extraviada, pero hoy volviste a tu esencia.
Porque no importan los homenajes ruidosos que seguramente escucharás esta semana en la calle, en las emisoras o el comercio. La ofrenda más importante es la que te depares tu misma. Siempre.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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