Hace casi dos décadas varios investigadores de la Región Caribe se reunieron en Cartagena convocados por el historiador Gustavo Bell Lemus en torno a la concreción de un proyecto cultural tan ambicioso como visionario: la creación del Parque Cultural del Caribe. La discusión giraba entonces en cómo dar cabida en dicho proyecto a la rica heterogeneidad ambiental y cultural del Caribe colombiano y cómo adoptar enfoques novedosos, desde las ciencias sociales, sobre la conformación histórica de las sociedades de este vasto territorio de tal manera que satisficiera a los distintos grupos étnicos y sociales que lo habitaban, pero que preservara la vocación de unidad de la región.
Hoy el parque alberga diversos componentes como: el Museo del Caribe; la Mediateca Macondo, la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe, el restaurante Cocina del Museo, el Jardín de Las Mariposas, un Salón Múltiple para eventos y la Plaza Mario Santo Domingo, que sirve de teatrino para actividades públicas al aire libre. Sus visitantes nacionales y extranjeros quedan favorablemente impresionados al recorrer este admirable complejo cultural. Uno de sus objetivos más importantes es el de brindar elementos de análisis para la construcción de región reflejando la diversidad cultural derivada de su doble pertenencia a la Cuenca del Caribe y a la nación colombiana.
Como muchas entidades culturales el Parque Cultural enfrenta cada año un escenario de incertidumbre que amenaza su continuidad. Ha tenido aportes intermitentes de entidades públicas y también del sector privado, pero el actual modelo de su funcionamiento no garantiza su sostenibilidad. Hoy, con su nueva directora, Carmen Arévalo, se abre a un proceso de búsqueda de modelos alternativos, institucionales y administrativos que permitan la operación sostenible de la entidad en el largo plazo.
Es conveniente recordar que el Parque, aunque tiene su sede en Barranquilla, es una institución regional como lo atestiguan los enriquecedores contenidos presentes en sus espacios. Su existencia es tan importante para la región que considero que su preservación y fortalecimiento debería convertirse en un punto en la agenda de la RAP Caribe. Concebido como una red cultural regional, el Parque puede articular a diferentes museos y centros culturales de la región permitiendo el flujo multidireccional de diversos contenidos culturales con estos. Por otro lado, tiene una inmensa potencialidad como generador de conocimientos en materia arqueológica, ambiental, histórica, lingüística y etnográfica. En una necesaria etapa de su reconversión podrían explorarse caminos para que pudiese acceder a recursos del Sistema de regalías para Ciencia y Tecnología y entonces su futuro podría comenzar a despejarse.
No debemos olvidar el carácter contingente de las regiones pues su existencia no está garantizada en el tiempo y siempre habrá fuerzas centrífugas que tiendan a su desintegración. Tengamos presente que uno de los papeles relevantes de esta preciosa institución no es solo el de construir relatos sobre nuestro pasado como región, sino el de estimular la capacidad de los ciudadanos de los ocho departamentos del Caribe de construir un proyecto de vida en común.
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