Creíamos que las altas cortes ya no podrían sorprendernos con nuevos desvaríos. Han hecho de todo en contravía con la opinión pública, y han sido objeto de toda clase de cuestionamientos y señalamientos desde lo penal hasta lo moral, lo que ha dado motivo a que se estudien y promuevan fórmulas para aconductar a sus integrantes, propuestas que incluyen aumentar la edad, exigir mayor experiencia profesional, y hasta eliminar sus atribuciones electorales. Como quien dice, perdieron credibilidad y respetabilidad, y por ello lo de las tantas veces anunciada reforma a la justicia, que realmente no lo es, con la justicia del devenir ciudadano no se meten, sino que proponen es reformar el curubito del sistema, e ignoran el clamor ciudadano de cambio a las leyes garantistas con los malandros, y la aplicación de rigurosidad a las normas que afectan a la gente del común.
Sin embargo, se creyó entonces que quedó atrás lo del computador de Reyes, la prohibición al efectivo glifosato, o lo de volver constitucional el reclutamiento y violación a menores, o la asociación de narcocultivos y narcotráfico al conflicto antiguerrillero y que, ante tanto absurdo, los altos jueces se moderarían. Pero no. Amén de la chuzada a Uribe “sin culpa”, recientemente resolvieron que practicar sexo dentro de las aulas escolares no era causal de expulsión, sino que ameritaba era un procedimiento de reeducación, Carreño corrido, para no afectarles el libre desarrollo de su personalidad. Es decir, que a quienes en flagrancia se sorprendan haciendo aquello sobre los pupitres no pueden expulsarlos del curso ni del plantel, ni siquiera suspenderlos temporalmente, o castigarlos reprenderlos o amonestarlos, sino que se les debe dictar cursos, aunque no señalan especificidad en el contenido de tales cursos, que ojalá no sean sobre la más cómoda utilización del mobiliario escolar.
Esperemos que la cacareada reforma judicial no sea como la de la anticorrupción, que no cesará por bajar el sueldo a los congresistas o bobadas así. Que los magistrados sean mayores, o más expertos, no cambiará nada. Que más bien sirva para que haya renovación total.
Coletilla: En épocas pretéritas la antropofagia local era feroz. Hoy, ya alguno de los nuestros puede descollar sin producir demasiada urticaria y la cosa se ha moderado, aunque no desaparece. Pese a ello, aquí ha caído bien la actitud del barranquillero senador Armando Benedetti, quien ante el alud de señalamientos no se ha escondido ni parapetado detrás de abogados alegando reservas y esguinces similares.
No. Benedetti da la cara, y frente a la ciudadanía pone el pecho a la tempestad. Con su natural desparpajo y (pese a sus muchos años viviendo en Bogotá) con su marcado acento costeño (¿será eso lo que no le perdonan?) defiende su inocencia, y una a una controvierte las acusaciones. Además, contraataca, que sin miedos se enfrenta a los poderes más grandes del país. Ojalá para él termine a favor el desapacible episodio ante el cual lo hace muy bien, y demuestra su talante frentero.
rzabarainm@hotmail.com
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