La pandemia impidió que este año pudiéramos, tal como hace diez años con los cincuenta, festejar en forma presencial los sesenta años de graduados de bachillerato. Tampoco pudimos invitar profesores de la época, ya no por el virus, sino porque casi todos fallecieron. Es que sesenta son muchos años. Empero, las proyecciones de expectativa de vida han venido aumentando, antes a los cincuenta se era anciano, y hoy se goza de plenitud. Por lo menos eso quisiéramos creer quienes superado el promedio nos acercamos a los ochenta, distancia que a dentelladas defendemos contra quien nos quiera agregar aunque sea un año, o tan sólo unos meses, que a estas alturas es bastante tiempo. El Colegio Biffi de entonces, con educación diferenciada, rígida disciplina y sólidos valores morales, dio paso al hoy Biffi La Salle, que sólo ha cambiado a su nueva condición de colegio mixto, pero sigue siendo inextinguible soporte de formación de la juventud. Y, claro, invaluable aglutinante de una forjada amistad de tantos años.

Continuamos periódicamente reuniéndonos, claro, ahora toca en forma virtual. Habíamos planteado reuniones de una hora, pero hubo que extenderla a dos, porque mientras todos terminamos de descifrar los pasos a seguir, “prende el micrófono; arriba a la izquierda hay un ícono; ésta vaina no funciona”, o mientras llega en auxilio algún nieto, ya transcurrió una hora así que, la ocasional apatía que en algunos se presenta para conectarse creemos es causada por una inconfesada trastedad senil frente a la tecnología.

Pero persistimos, y hasta nos reforzamos con Fausto Muñoz, Rodolfo Gallo, y Humberto Gutiérrez. El caso es que Pepe Guinovart, Raúl Armendáriz, Camilo Arana, Luis de Las Salas y Julio Jiménez se conectan poco, mientras que Jorge Zaher y Tato Rebolledo son esporádicos porque ¡pobre de ellos! camellan demasiado.  Jaime Blanco sigue cantando,  a veces en un buen dúo con Francisco Tepedino; Rafael Salcedo alza pesas y muestra músculos, pero nadie lo envidia, ya pa qué; Alberto Merlano muy circunspecto entra con tronco de pinta, ni que fuera cachaco. Iván Baquerizo convoca las reuniones y oficia de anfitrión con tal formalismo que Andrés Buendía le perratea, para piedra de Julio Zúñiga. Arturo Jiménez es el más juicioso y actúa como aglutinante; con Kike Torres se encargan de organizar todo, arman grupos de apoyo social, bien por ellos, mientras Eduardo Moreno mama gallo, pero aporta. Roberto Sabat y Eduardo Franco, siempre serios,  con Rolando Ariza y Jorge Valbuena censuran los inevitables desórdenes. Nadie habla de enfermedades, pues no se nombra la soga en casa del ahorcado, así que todo es alegre y bacano.

Hay alta supervivencia, pero siempre se recuerda a los que en la última década se nos adelantaron. Extrañamos al incansable Luis Pupo, al tremendo Rafa Rodelo, Toño Royo, las discusiones de Armando Blanco con Toño Nieto, a Edgardo Arteta, Otto Castell,  Armando Uscátegui, de quienes esperamos que en el más allá nos tengan listo el mosaico, todos otra vez reunidos.

rzabarainm@hotmail.com