Sin entrar en la discusión alrededor de la fecha de nuestra independencia, que mientras en Bogotá montaron lo del 20 de julio de 1810, los santandereanos dicen que fue días antes, el 10 de julio, cuando se firmó un Acta de independencia en el Convento de los Capuchinos de El Socorro. Otros dicen que en 1819 la definió la Batalla de Boyacá. En Cartagena sostienen que la cosa se da el 11 de noviembre de 1811, cuando los últimos españoles fueron en combo embarcados y extraditados. Y en Riohacha aseguran que fue en 1823, cuando el Almirante Padilla los derrotó definitivamente en el Golfo de Coquivacoa. 

Pero a la final nos da lo mismo, un  historiador andino, un Samper, para variar, nos inventó el 20, que se impuso, así que quedémonos ahí. Sobre todo ahora que el pasado lunes en sesión no presencial se instaló el Congreso y, tal como se esperaba, Arturo Char Chaljub fue elegido presidente del Senado con una mayoría aplastante, 76 a 20, una palera que requerirá full árnica para aliviar la rasquiña. Se evidenció que ¡20 voticos es todo lo que tienen! Pura bulla. No disimularon: Llegaron enmascarados ¡qué susto! a  presentarse a la sesión no presencial para hacer presencia y, en el propio recinto, como si no estuvieran presentes, conectarse a sus computadores. Como siempre, incoherentes y desubicados. Seguro harán show, inventarán demandas y todas las tramoyas que siempre manejan para perturbar, pero el rayo ya les cayó encima. Y lo que les falta. 

La inédita instalación se desarrolló en forma mas bien tranquila, la vocería de la oposición estuvo a cargo de Los Decentes, ¡hágame el favor! en la enmascarada voz de la senadora Aida Avella, la misma que para por horas presidir la Constituyente del 91 le hizo trampa a su propio apellido. Petro, siempre Petro, se quejó de que su voto no sería secreto, como si todos no lo supieran de antemano, y también criticó que no hubiera urna donde consignar su voto escrito, aún no entiende el tema de la virtualidad. Por lo demás, hay que celebrar que el sistema no falló, que siempre funciona bien en los ensayos y falla en el propio evento; y que con este sistema la votación es veloz, sin los hueseros discursos que cada voto genera. 

Buena cosa para el Caribe la elección de Arturo Char pues si bien, obvio, su discurso se orientó hacia la necesidad de legislar frente a los tantos problemas complicados que tiene el país ya sea por desidia o por cuenta del virus, desde allí puede también apoyar para resolver problemas nuestros, no sólo de salud y empleo, sino de varias importantes obras que tenemos atolladas sin que nadie las haya puesto a andar, por ejemplo, la vía Cartagena-Santa Marta, que la ministra no ha podido sola, le viene bien el apoyo. 

Arturo Char es el propio hombre Caribe. De familia, con valores humanos, sencillo pero  aterrizado,  de metas claras, no se descresta fácil, no come cuento, no lo marean las mieles mediáticas ni dejará que su informalidad se confunda con inoperancia. Sobre todo, comprometido con nuestro desarrollo. Así que nos irá bien. 

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