¿Millones de manifestantes? ¡No! Carreta revolucionaria: Si se suman los participantes de todas las ciudades no llegan a 300 mil. ¿Esa minoría representa al país? ¿300 mil son el país? ¿Bastan para derrocar a Duque, o para una constituyente a la medida de los subversivos? No. Pero los medios les hacen eco.
¿Pánico? ¡Menos! Lo que produce es indignación y rabia. La tal estrategia del pánico para llegar al poder por aquí no cuaja, y sólo ratifica que Petro y sus cómplices revoltosos son unos brutos desubicados que no conocen el país que pretenden gobernar. Somos institucionalistas, y nos gusta el orden. Así que mientras más desordenen, peor les va, y más rechazo generan.
¿Convocar? Para eso son buenos. Y para engañar incautos, apoyados claro, por cierto sector de los medios que añoran la abundante mermelada de Santos. Y también por las redes, que ellos tienen cientos de contratados enviando mensajes según sus propósitos.
No hay que dejarse engañar: Eso de que “habló el país” son cantos de sirena. La mayoría de los marchantes no pagados ni sabían por qué protestaban. Fue como una moda, un relajo, y se inventaban temas, el medio ambiente, los políticos, que hasta De la Calle y Hommes marcharon contra sí mismos. ¡Claro que hay descontento! Ni en el país de las maravillas deja de haberlo, y toca resolver. Pero no así. Las minorías, sabemos, son bullangueras. Y las de Petro, además, vándalos contratados para fomentar caos. Nada es espontáneo, sino una campaña inducida, y orquestada. Tienen toda la plata del narcotráfico para financiar las acciones de desestabilización. Pero aquí no cuaja. La gente sensata, ésos sí millones, estaba trabajando, o se quedó en casa confiando en las instituciones y en su fuerza pública que, valga resaltarlo, con abnegación enfrenta ataques de los delincuentes, sin poder responderles como se merecen. Los medios chillan por los vándalos lesionados, pero nadie lamenta lo de policías heridos y muertos en medio del fragor. Hay que dar gracias a los uniformados, y respaldarlos.
La derecha acusa a Duque de blandengue. Esperaban un toque de queda con dureza y hasta con muertos. Pero Duque es un demócrata coherente, y hace lo que prometió: Concertación, conciliación, y paz. Así que escucha hasta a los del tal Comité del Paro que ni saben lo que quieren.
Estamos por todas partes infiltrados, y toca frenarlos. Así que no coman cuento de bandidos con banderas de justos. No les hagan el juego, que son los verdaderos enemigos. Déjense de la marchadera y de los inanes cacerolazos, que pudieran volverse cuchillo para nuestra propia garganta.
Ovación para las capitales del Caribe, que demostraron cuán diferentes somos de los cachacos, y la gran civilidad y cultura de nuestras gentes. Barranquilla, la más poblada, demostró además sentido de pertenencia y aprecio por su nueva imagen, Álex pidió mesura, y lo acataron. No en vano su popularidad que, en una hipotética encuesta, seguro que ni Papá Noel ni los Reyes Magos alcanzarían ése 90 % que Álex muestra. Merecido, además.
rzabarainm@hotmail.com
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