Antes diciembre llegaba en diciembre y tan bacano era el mes que noviembre transcurría tan lentamente que la gente se solazaba en medio de las expectativas de la festiva temporada. El mundo aún no andaba globalizado, viajar era cosa de entulados y ni pensar en que los muchachos pudieran ir a una universidad en el exterior porque casi todos los colegios eran calendario A, y a nadie se le ocurría montar festejos gringos. Hoy no. Se hizo real el dicho que aseguraba que cuando llegaran los meses terminados en “bre” el año se acabó. Por aquí incluso podemos afirmar que cuando llegue septiembre ya es miércoles de ceniza y comienza la Cuaresma.
Desde septiembre estamos en Navidad, y desde Navidad en carnavales. Es que en septiembre comienzan los almacenes a retacarse de juguetes y a decorar sus vitrinas con motivos navideños, los periódicos a engordar cargados de revistas y avisos publicitarios, y los vendedores ambulantes a atiborrar las calles de carretillas con productos alegóricos. Entonces septiembre, octubre y noviembre vuelan. El Día de los Angelitos dio paso al Halloween, se festeja el Thanksgiving y se ofrecen tremendos descuentos para quien compre en Black Friday. Los arbolitos de Navidad se iluminan prematuramente, las ciudades se engalanan con sus luces y hasta los pesebres se desesperan y empiezan a aparecer antes del quince. Aquí, además, manejamos festivo concubinato de Navidad con Carnaval y nuestra estupenda reina Carolina Segebre visita barrios y fiestas alegrando con su belleza y su ritmo la dichosa temporada.
Claro, la dicha es mayor para unos que para otros. Mientras que por estos lares a la Alcaldía le va muy bien, y todo es dicha, para Duque la temporada ha sido agridulce: si bien ha logrado apaciguar la tempestad que con la Ley de Financiamiento le causaron las improvisaciones de Carrasquilla y acertó cambiando la santista cúpula militar que nada mostraba, sus ministros no parecen dar la talla, y su favorabilidad en las encuestas sigue siendo baja. Para Caterine Ibargüen ha sido lo máximo: ser elegida como la mejor atleta del mundo es una muy merecida y honrosa distinción. Para el fiscal ha sido agria, que, aunque logró lo sacaran del chicharrón Odebrecht, sigue en entredicho; igual acidez para el canal de acceso, que no mejora el calado, se viene una temporada crítica y nada que se vislumbra solución. Tremenda dicha para los samarios después de tanto tiempo en la B, otra vez tendremos clásico; para Junior (que cuando esto se escribe aún no se juega en Curitiba, donde esperamos haya ganado anoche) la temporada ha sido dulce, pues si no ocurre nada extraordinario será campeón en Medellín, bacana revancha. Mientras para las universidades Metropolitana y Autónoma la cosa ha sido agria, para la del Norte muy buena con su nuevo rector, Adolfo Méisel, todo un lujo. Ni hablar de la acidez para Petro, que se le cayó la estantería, ya nadie cree en su sarta de mentiras. En fin, nunca es totalmente agrio y hay que disfrutarlo, porque diciembre es diciembre.
rzabarainm@hotmail.com
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