Pero tristemente no a nosotros en el Caribe, sino en Francia. A Marie François Sadi Carnot, presidente en 1894, lo apuñalaron cortándole una arteria principal. El episodio motivó al médico, biólogo, investigador, y además bastante escéptico, Alexis Carrel a especializarse en el tema de la anastomosis, que es como quien dice unir órganos, o sea, la forma de haberle pegado al presidente los dos extremos de la arteria que le cortaron. Carrel después se volvió famoso y hasta mereció en medicina un Premio Nobel, no de los de ahora, sino de los de la época en que no se vendían ni canjeaban por pozos petroleros. Pero su fama no provino del Nobel, sino de su testimonio en 1912 sobre la milagrosa curación de Marie Bailly, mortalmente afectada por una peritonitis tuberculosa. Lo habían convocado por  experto y por pragmático, para que comprobara lo de Marie antes de que ella entrara a las aguas de la gruta. Fue entonces testigo directo del inmediato cese de los dolores y de la gradual recuperación total de la desahuciada, y así lo declaró ante la comunidad médica y ante todos, testimonio que le acarreó tantos problemas que se fue a vivir a Canadá. Empero, al igual que con lo hecho aquí por Álex, los resultados son incontrovertibles: Marie sanó completa y definitivamente, uno de los cientos de miles de milagros del agua que brota de la gruta, y que hoy son mundialmente famosos.

Es que por allá en 1854 el Papa Pío Nono (IX) había expedido una Bula donde declaró como Dogma de Fe la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Fue un ocho de diciembre, fecha que se estableció y que aún festejamos, aunque entonces no tuvo mucha divulgación. Pero resulta  que  en la francesa población de Lourdes, en las faldas de los Pirineos, riberas del Río Gave la niña Bernarda Soubirous, catorce añitos, fue con su hermanita y una amiga a recoger leña cerca de la gruta de Massabielle a orillas del río. Repentinamente apareció una muy brillante luz, y una joven mujer muy bella, de mediana estatura y hermosa sonrisa, vestida de blanco con una banda azul en la cintura, que la invitaba a acercarse.

Era un día como hoy, febrero once, pero de 1858, la fecha de la primera aparición de la Virgen de Lourdes.

Fueron 18 apariciones. En una de ellas se identificó como la Virgen de la Inmaculada Concepción, ratificando la Bula Papal de Pío Nono. En otra, la Virgen hizo brotar de la sólida roca una inagotable fuente de agua que aún está allí, de la que los anualmente millones de  visitantes envasan y se llevan a sus casas. También pidió que en el sitio construyeran una capilla que, claro, está  hoy acompañada de una basílica.

Bernarda nació el 7 de enero de 1844, y muere el 16 de abril de 1879 siendo moja de la Congregación de las Hijas de la Caridad de Nevers. Su cadáver fue exhumado 30 años después, encontrándose incorrupto, inalterado. Actualmente se puede apreciar en perfecto estado, en la Capilla de Nevers, como si no hubieran transcurrido los 142 años.

Así que invoquémosla hoy, que buena falta nos harían algunos milagros.

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