La tormenta perfecta
En el 2020 el PIB de América Latina y el Caribe se desplomó el 7,4 %, la mayor caída desde las guerras de independencia según el BID y casi el doble de la caída de la economía mundial.
La pandemia de la covid-19 ha hecho estragos en esta región del mundo. La América latina continental que está conformada por 17 países, 10 en Suramérica excluyendo las tres Guayanas y 7 en Centroamérica incluyendo México, tiene 620 millones de habitantes, el 7,9 % de la población mundial. Según las estadísticas en tiempo real de Worldometer, al amanecer del pasado viernes esa región así conformada llegaba a 32 millones de infectados y acababa de superar un millón de muertos. Cifras que representan respectivamente el 32 % de los contagios y el 29 % de las muertes que la pandemia dejaba en el mundo en ese momento. Es decir, el impacto en la salud ha sido cuatro veces mayor que su peso demográfico mundial. A Colombia le va sólo un poco menos mal: tenemos el triple de los contagios (1,95 %) y casi cuatro veces el número de muertes (2,45 %) que nuestra participación en la población mundial (0,065 %).
Pero la tragedia no viene sola. En el 2020 el PIB de América Latina y el Caribe se desplomó el 7,4 %, la mayor caída desde las guerras de independencia según el BID y casi el doble de la caída de la economía mundial. El PIB de Colombia se contrajo un 6,8 %, la mayor caída en 45 años desde que tenemos estadísticas consistentes y probablemente también la mayor en su historia. Según Naciones Unidas, en 15 meses la región perdió 15 años de progreso en superación de la pobreza y disminución de la desigualdad.
Esta semana, en una cátedra global organizada por el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oxford, la destacada economista argentina Silvana Tenreyro, subrayó que nuestra región además de sufrir la más alta mortalidad afronta el desafío de haber acumulado el mayor impacto social y económico de la pandemia. Esto en buena parte por limitaciones presupuestales que han conllevado mayor rigidez en las políticas fiscales y monetarias, por limitaciones de acceso a la educación a distancia y al trabajo en casa y la imposibilidad de esta opción para los trabajadores informales que ocupan una gruesa franja del mercado laboral, por el cierre más prolongado de escuelas, colegios y universidades con su desigual impacto y por un proceso de vacunación más lento que en los países desarrollados.
Tenreyro enfatizó la necesidad de minimizar efectos perniciosos de largo plazo y evitar probables daños permanentes. Expuso una proyección en la cual la recuperación de la senda del crecimiento que antecedió la pandemia sería mucho más lenta que la que siguió luego de la Crisis Financiera del 2008 y que la esperada para los países desarrollados. Los desafíos políticos asociados no se harán esperar. Finalizó con la recomendación de que la política fiscal sea parte de la solución, no parte del problema. Irónicamente, en Colombia una tormenta perfecta de torpezas del gobierno, el comprensible hastío acumulado por todo lo antedicho, el oportunismo político de la oposición y una izquierda radical en alianza pirómana con el narcotráfico, convirtió la política fiscal en motivo de una mayúscula protesta social.
rsilver2@aolcom
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