De la droga a la calle
La adicción hace estragos sin contemplaciones de edad, sexo, dinero o educación en algunas personas que son más vulnerables al escape sicológico o al efecto metabólico que esas sustancias ocasionan en su organismo. La familia, rica o pobre, es la primera víctima de esa pesadilla.
Rubén Darío era un buen muchacho, pero el bazuco lo dejó sin trabajo y luego lo arrojó a la calle. Allí se fue deteriorando hasta que un mal día desapareció para siempre. Muchos meses después algunos lo reconocimos en un busto publicado en EL HERALDO para ese propósito. Un profesional en el asombroso arte de reconstruir rostros a partir de osamentas había venido de Francia a moldear los de los cadáveres de habitantes de la calle que habían sido asesinados a trancazos y que terminaron como objeto de estudio en la facultad de medicina de la Universidad Libre de esta ciudad. Bárbara ironía sucedida hace 30 años.
En el área metropolitana de Barranquilla había 2.600 habitantes de la calle en el 2019, según censo del DANE. Eso representa el 1,2 por mil de los 2,2 millones de habitantes del AMB. El 80 % de ellos están en Barranquilla, una proporción semejante son adictos a alguna sustancia sicoactiva, más de tres cuartas partes son hombres, muchos provenientes de estratos bajos; pero los hay de todos los niveles sociales y educativos. La adicción hace estragos sin contemplaciones de edad, sexo, dinero o educación en algunas personas que son más vulnerables al escape sicológico o al efecto metabólico que esas sustancias ocasionan en su organismo. La familia, rica o pobre, es la primera víctima de esa pesadilla. Padres y hermanos se dividen agriamente sobre un manejo para el cual nadie está preparado y para el que no existen soluciones mágicas.
No hay ciudad mediana o grande en el mundo que escape al fenómeno de los destechados, expelidos de sus hogares por una conjunción de factores. Algo tan doloroso y visible no puede dejarse en manos de la caridad individual o la filantropía tradicional, sin despreciar la ayuda que estas puedan aportar. Barranquilla comenzó hace un par de décadas a desarrollar una institucionalidad para prevenirlo, manejarlo y reducirlo. Celebramos que, en una iniciativa tal vez sin antecedentes, esta administración distrital haya incluido habitantes de la calle en las mesas de trabajo para el plan de desarrollo y así su inclusión social quedó explícita en el plan.
Hoy los habitantes de la calle cuentan con el Centro-día, donde disponen de una comida diaria, baño y lavado de ropa, así como campañas periódicas de odontología y peluquería; unos 300 acuden a estos servicios diariamente. Cuentan también con el Hogar de Paso, quienes han decidido rehacer su vida allí encuentran programas de resocialización y capacitación para una nueva etapa laboral; más de 100 son apoyados en este proceso. Hay un programa de prevención para jóvenes en riesgo con el eslogan “En la calle no me quedo”. Y la semana pasada se inauguró el Centro-noche, donde encuentran 200 camas cómodas y limpias y así escapan de las inclemencias de la noche a la intemperie. A nombre de los más desamparados de nuestra sociedad va un mensaje de agradecimiento a la primera dama, Silvana Puello; al secretario de Gestión Social, Santiago Vásquez, y a la coordinadora de este proyecto, Luisa Mora, por su compromiso para con ellos.
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