
La mano extraña
Somos víctimas no de la mano alienígena, sino la ambiciosa. La de lo ajeno, inescrupulosa, de uñas largas y sucias, que roba los recursos públicos.
En el curso del ejercicio profesional se presentan enfermos con padecimientos de tan baja incidencia en la práctica -difíciles- que se convierten en inolvidables. Vuelan siempre en las memorias del profesional. Algunos los llaman casos anecdóticos, otros el que nunca olvidará el médico involucrado. Son un gran estímulo académico, obligan al profesional a investigar, buscar en la literatura, recoger información y tratar de armar con los escasos casos publicados un protocolo de acercamiento y de tratamiento.
En esta época la ciencia se soporta en la evidencia. Cierto. Pero la curiosidad que brinda la búsqueda de lo desconocido es un aporte importante en la autoformación del profesional y no solamente en salud sino de todas las disciplinas académicas. Podríamos calificarlo como el “caso detonador” y en cada uno de nuestros recuerdos de facultad se guardan indelebles estos especiales pacientes.
Hace unos días consultó un enfermo, venía con su hija desde el campo. Relataba que su mano derecha lo maltrataba y no hacía caso a las órdenes de su cerebro. En ocasiones la mano se enfadaba, le golpeaba y trato de ahorcarlo. Describía la contradicción de su mano derecha: ya vestido la mano derecha le desabotona la camisa y el proceso era tan dispendioso que su hija lo definía como una procesión. Para poder calmar la mano descubrió una táctica: se sentaba sobre ella y el peso de su propio cuerpo controlaba sus movimientos involuntarios. “Era doctor como si la mano fuera otra persona dentro de mi y tuviese una vida distinta”. A veces la encerraba dentro del bolsillo del pantalón, pero intento fallido pues se fugaba.
En todos estos tiempos de práctica médica, donde el ejercicio me ha regalado la oportunidad de conocer miles de enfermos, era la segunda ocasión que veía un caso similar. Hace varios años y también procedente del área rural vi un paciente similar. Tan extraño su relato médico que causó curiosidad en la Junta Multidisciplinaria donde fue presentado. Aprobaciones, observaciones, especulaciones e incredulidad. Se llama el “síndrome de la mano extraña o mano ajena o alienígena”. Es decir, tan extraño que sugiere su procedencia de otro planeta: invasión extraterrestre.
Sabemos de la existencia de los hemisferios cerebrales con funciones distintas y complementarias. Son dos personas en el mismo cráneo. Fecundas redes neuronales y maravillosas estructuras de integración, las fibras comisurales, nos convierten en una sola persona. El gran puente de integración es el cuerpo calloso y permite que actuemos como una sola persona. A los dos pacientes que describo le encontramos su enfermedad: secuelas por lesiones vasculares que habían afectado parcialmente el cuerpo calloso en su segmento anterior.
Es un trastorno neurológico poco usual, en donde el control motor de las extremidades superiores se ve afectado, se han descrito tres variantes dependiendo del área anatómica cerebral que se haya comprometido. Su origen es diverso y está relacionado con problemas vasculares cerebrales y patología degenerativa. Como todo en medicina, las situaciones de estrés y ansiedad exacerban los síntomas.
Cuando pienso en los 50 billones de pesos-anuales que se roba la corrupción y que alcanzarían para el gasto público de salud y educación del gobierno, insisto: somos víctimas no de la mano alienígena, sino la ambiciosa. La de lo ajeno, inescrupulosa, de uñas largas y sucias, que roba los recursos públicos de los colombianos y que la sanción social no ha podido empequeñecer. Tan sencilla la solución: colocarles un par de esposas.
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