El Heraldo
Opinión

90 años

En nuestro país, llegar a esta edad es un privilegio que sólo tiene el 0.3% de la estructura poblacional.

El envejecimiento en Colombia es una realidad demográfica, que ha sido estimulado por múltiples factores: aumento en la expectativa de vida, control de las enfermedades infecciosas, disminución de la tasa de natalidad y reducción en tasas de mortalidad y morbilidad. La figura de la población tiene ahora una forma distinta: su base se ha angostado y su cúspide se ha ampliado. La geometría de la pirámide se ha esculpido: de tinaja de barro pasó a ser pilón de madera. Somos un país que está envejeciendo.

Como decían los abuelos, llegar a los 90 años con los cinco sentidos bien puestos e independiente, es una bendición. Son estos milagros que conectan el cerebro con el entorno y nos permiten ver, oír, oler, tocar y saborear. Nos obliga a reflexionar sobre el significado de la edad. En los próximos 30 años la población mundial con más de 60 años será el 30%. Sabemos que el declive tiene un patrón Individual y cada persona envejece diferente. Igualmente, cada órgano del cuerpo lo hace a su manera. Cuando nuestro centro de mando, el cerebro, se mantiene joven el envejecimiento fisiológico adquiere su propio ritmo. El cerebro es quien compone las partituras y ojalá la melodía fuese siempre la del envejecimiento activo.

El cerebro hay que planearlo y disciplinarlo desde etapas muy tempranas de la vida para que este motor nunca se apague. Hay factores modificables que debemos mantener. Control de peso, hipertensión, dieta balanceada y cero tabaquismos. Que no falten los ejercicios físicos y la promoción de estilos de vida saludables. Manejar el estrés y alimentar otros elementos que son el alma del cerebro. Es la fórmula del elixir de la juventud.

Mas vida a sus años, la motivación del envejecimiento activo. El 24 de diciembre en la mañana llegué a saludar a esta nonagenaria y reconocí los nutrientes de su entorno. Sentada en su silla de ruedas, entre el árbol de navidad y su cuidadora, conversaba con el párroco del barrio. No tiene pecados, aprovechaba para rezar con el sacerdote sus oraciones. De convicción genuina, agradecían a Dios por el 2020 y toda esta vivencia de la pandemia que debe hacernos mejores seres humanos. La espiritualidad es el líquido cefalorraquídeo que baña al cerebro y lo moja de felicidad, munificencia y empatía. Se ha demostrado que la generosidad y el desprendimiento son las vitaminas de la juventud. Estar al lado de esta noventona es alimentarse bajo el seno materno que contagia paz interior. Es entrar al templo cerebral de la espiritualidad: el lóbulo parietal izquierdo y sentir sus mensajeros, especialmente la dopamina, llevar bienaventuranza.

Le hice retroceder 70 años y pedí que compartiera con sus nietas los criterios de su elección de la pareja que le acompañó toda su vida. Le escuché hablar del matrimonio, del compromiso solemne, de la confianza y de la fidelidad. En términos simples, como lo es el amor, les habló de este sentimiento y como cuando llega al grado supremo de la comunión entre la pareja permite unidos superar la adversidad. Solo puede enseñar amor quien lo ha vivido.

Para mi Madre feliz cumpleaños y para ustedes, mis amigos: el año entrante será mejor.

 

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