El Heraldo
Opinión

Reclamo juniorista

Confieso que sé muy poco de fútbol. Escasamente conozco cuáles son las funciones de un delantero, de manera que cuando alguien me habla de volante 10, literalmente entrego los guayos.

Pero nadie me gana en emociones.

Las empecé a encender un domingo por la tarde mientras la nostalgia me acuchillaba con su aliento gélido. 

Había llegado a la heladez de la capital con la ilusión de crecer, pero pagaba un costo enorme: me hacían falta las texturas y los olores del Caribe.

Para empezar había tenido que cambiar los hábitos de alimentación y la música que bailaba.

Los pantalones de lino y los zapatos blancos yacían en un escaparate lejano, porque ahora debía vestir un paño que acaloraba y una corbata que oprimía.

Los árboles de aquel paisaje entumecido permanecían inmóviles, como resignados a un ventarrón que nunca llegaba, y la gente no hablaba con la otra gente. 

Pero los domingos en que Junior jugaba, todos los costeños íbamos al estadio cual caminantes de una procesión.

El primero en llegar debía reservar un espacio que los demás acordonarían con sus cuerpos, para no permitir que entrara un solo cachaco a esa zona. 

Esa pequeña ‘República del Caribe’ era para paisanos que quisieran exorcizar las mismas tribulaciones mías. A todo el que pretendía entrar le pedían la cédula o, en su defecto, un golpe de jota en el habla. No importaba si eran de estrato “sei” o cero, o de Barranquilla o Cereté, pues en nombre de la rojiblanca nos sobreponíamos a lo que fuera. 

Adentro, las voces acompasadas de la sabana y las erres de más de los barranquilleros lo hacían sentir a uno de nuevo en la patria. Entonces cantábamos el himno de Barranquilla cuando sonaba el de Bogotá, y dedicábamos el “corito celestial” a los malos árbitros.

Ahí todos nos sumíamos en una batalla de flores. Junior era nuestro polo a tierra. 

Pero de un tiempo a esta parte lo que produce el equipo es pesadumbre. La afición pregunta: ¿Dónde quedaron los goles? ¿Dónde están los cracks? De otra manera: ¿Para dónde se fue nuestro carnaval?

Entiéndanlo: soy un juniorista que se deprime en la derrota y produce como ninguno cuando los goles remontan. Para mí no existen equipos ni copas internacionales. El fútbol tiene un solo nombre. Se llama Junior. 

Con esa devoción hoy quiero levantar la voz para decir que ya no aguanto más. Que pierda, me humilla; que mantengan a los malos jugadores, humilla; que traigan a un técnico desempleado que anda a la caza de la crisis de nuestro club para tener por fin alguna chamba, también humilla.

Pido, como el Pibe, barrejobo.

Si tienen que irse los actuales dirigentes, que se vayan; y si los actuales accionistas no pueden o no les interesa, pues que también se vayan.

Quiero ver un equipo estable, grande, que se piense como un proceso de largo plazo, que traiga estrellas y no “figuritas”, que respete a la afición, que recuerde su historia. 

Eso es lo que importa. Lo demás vale na’.

albertomartinezmonterrosa@gmail.com

@AlbertoMtinezM

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