Jueves, comunidad indígena Nasa del Cauca, una fortísima explosión mata nueve personas y tres más quedan heridas. La tragedia ha sido causada por manipulación indebida de explosivos. Dos días antes, es asesinado con un tiro en el cuello un policía desarmado, cinco policías más y tres soldados también son heridos por balas y esquirlas.
A estas alturas es evidente que la protesta está lejos de ser pacífica. Los muertos y heridos lo desmienten. Una demostración de que: a) el conflicto en Colombia no ha terminado y b) algunos indígenas están aliados con grupos armados ilegales y otros los toleran y encubren.
Del paro de 2017, los indígenas se fueron con el 1% del Sistema General de Participaciones, más de lo que se destina a la alimentación escolar en el país, y con 76 compromisos adicionales por parte del gobierno. De estos compromisos, algunos insensatos, 26 se cumplieron ya (ocho en este gobierno), 37 tienen avances y solo dos no. De manera que no es cierto que, como dijo Norman Bañol, un líder indígena, se trate de forzar al gobierno a revisar “algunos temas de los acuerdos incumplidos”.
Ni tampoco que los indígenas no tengan tierras, aunque ahora pidan 20.000 hectáreas adicionales a las que ya tienen. Los indígenas constituyen una porción muy minoritaria de la población colombiana, apenas el 3,4%, pero controlan el 27,6% del total de la tierra rural, más de 31,6 millones de hectáreas.
La motivación de este paro es política. Basta mirar los 29 puntos que pretenden: no objetar la JEP, detener el proceso de modernización del MinTic, desmontar el Esmad, eliminar el servicio militar obligatorio y reducir el presupuesto de MinDefensa, darle carácter de autoridad ambiental a los cabildos indígenas, desmontar las Zidres, hacer vinculantes las consultas populares sobre proyectos extractivos, prohibir el fracking, y que se les entreguen 3,6 billones adicionales a los 10 billones que ya están previstos en el Plan Nacional de Desarrollo para los indígenas en este cuatrienio.
Los indígenas, vía los bloqueos, pretenden gobernarnos. Más allá de sus muchos privilegios, que no tenemos los demás ciudadanos, quieren imponernos su visión de lo que le conviene a Colombia. La democracia no es para ellos. Les sirven, en cambio, las vías de hecho. Como reconoce Bañol, “nos tomamos la Panamericana porque hemos aprendido, a través de la historia, que la única forma de poder sentar a los gobiernos es presionar en aquellos sitios que son de importancia estratégica para ellos”.
El Gobierno no puede seguir asumiendo nuevos compromisos y menos si los va a cumplir, no debe negociar con los indígenas lo que no les incumbe, no puede tolerar las violaciones que están haciendo de los derechos de los demás y, sobre todo, tiene que frenar las vías de hecho , hacerlo pronto y con contundencia.
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