El título de la Superliga es muy importante  para Junior por donde se le mire. Si bien no posee la relevancia ni genera los bombos y platillos de una Liga o un torneo internacional, siempre es bueno ganar. Como diría ‘Pambelé’, legendario excampeón mundial de boxeo: “Es mejor ser rico que pobre”.

Más allá de la verdad de perogrullo de Antonio Cervantes y del comienzo de esta columna, la realidad es que una derrota en Ibagué hubiese significado un yunque más de presión para Luis Fernando Suárez y sus dirigidos, menos margen de error, mayor susceptibilidad para la crítica, pérdida de confianza, polémicas y menos intenciones de los hinchas de comprar abonos. Todo eso pudiese ser injusto y habría que ver las circunstancias, pero en el fútbol, al final de cuentas y análisis, terminan mandando los resultados.

Junior ganó un trofeo inédito en su vitrina, 550 millones de pesos de premio y un ambiente positivo de cara a lo que viene, Liga y Copa Libertadores. Además, de paso se sacudió de la mala racha en la ejecución de los penales, una cuestión que lo venía atormentando. 

Tolima nunca fue más que Junior en esta serie de la Superliga. Por eso y todo lo anterior, había que ganarla.