Aún retumbaba el eco del estruendo y la muerte que aquel infame explosivo trajo consigo en la aciaga mañana del sábado pasado, cuando la carroña politiquera empezaba a hacer de las suyas por redes sociales aplaudidas por zombies sin remedio. En uno de los momentos más tristes y duros de la historia reciente de nuestra ciudad, y en donde no cabía más que la solidaridad y el irrestricto apoyo a las autoridades y familias afectadas, un grupúsculo de insensatos inundaba con fotos irrespetuosas y versiones manidas lo que de por sí era un ambiente enrarecido y apesadumbrado. Cuando en la tragedia debe sobresalir la humanidad, el oportunismo aparece. El rédito político se tasa y se cobra. El argumento y la lógica se tapan bajo el mismo humo negro.
No es la primera vez y nada indica que será la última. Las páginas de la infamia nacional están llenas de ejemplos en los que la tragedia de unos se convierte en el panfleto de otros. Sin prudencia y sin pudor se sueltan en la jungla virtual fotografías explícitas, audios falsos, comunicados espurios y versiones de todo tipo a las que se da morbosa validez si con ello se fortalecen las ideologías políticas. Nulo favor se le hace a la democracia que todos dicen defender si se reproduce y expande el miedo como determinador de apoyos o votos. Al respecto, y sin temor al error, ha sido el miedo el factor de desequilibrio de muchos de los ejercicios democráticos que se han vivido en el mundo en las últimas dos décadas. El miedo, no cabe duda, vende.
Y de ese miedo vendido, el más peligroso, el más funesto, lo constituye precisamente el que enquistan ciertos ideólogos y candidatos en época electoral al reproducir conjeturas falaces que los favorecen. Bajo las supuestas voces de aliento que publican en sus ahora más de 140 caracteres se esconden, y a veces ni eso, fétidas intenciones de torcer la historia a favor de sus estrategias de campaña. Se perdió el respeto. Solo les falta la selfie con el croquis de la Fiscalía para completar su álbum de la infamia.
En la que ya se había esbozado como una de las campañas políticas más pobres en argumentos de la historia del país, volverá el miedo y la falta de memoria a convertirse en factor determinante a la hora de votar. El medioevo mental en el que andamos está de plácemes con el resurgir de estos viejos monstruos debajo de las sábanas. Cuando se esperaba fijar la atención en los problemas estructurales que nos han aquejado como sociedad en casi un siglo, retrocedemos por lo menos 20 años. Así no lo digan nunca, les convino el estruendo.
Rabia. Rabia y dolor. Dolor porque una guerrilla terrorista anacrónica, acabada, sin arraigo, sin ideas, sin norte, sin voluntad y sin mando, trajo con sus acciones la muerte a las familias de unos jóvenes servidores públicos. Rabia porque ese dolor revivió fantasmas. Ojalá me equivoque, pero el miedo llegó, otra vez, para quedarse.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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