A estas alturas de la película, las bobadas, barbaridades, insultos y amenazas que vierte a diario el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a través de su cuenta de Twitter ya casi no impresionan a nadie. Lo que sí sorprende es la timidez con la que responden los demás dirigentes, especialmente en Europa. La semana pasada, el inquilino de la Casa Blanca trinó que “los alemanes se han vuelto contra sus líderes” porque la tasa de crimen en Alemania ha subido un “10% plus” desde la llegada de migrantes. En realidad, la criminalidad ha bajado. Trump se quedó tan pancho con su posverdad, una mentira que seguramente mucha gente en EEUU, Alemania y otras partes dan por buena. ¿Y cómo respondió la canciller Angela Merkel a este ataque frontal? Simplemente citó la estadística policial para desmentir al presidente. Nada de protestar por una intromisión inaceptable de un mandatario extranjero en los asuntos del país.
Es solo un ejemplo más, pero este trato suave que recibe Trump contrasta con la contundencia con que los líderes europeos suelen responder a políticos populistas en otros países. Se echan las manos a la cabeza y condenan los discursos y políticas xenófobas de los gobiernos de Hungría, Polonia o últimamente Italia (cierto que forman parte de la Unión Europea), pero apenas se atreven a comentar las palabras y acciones racistas del inquilino de la Casa Blanca, que llegó a llamar “animales” a los migrantes que intentan cruzar la frontera.
Trump es Trump y EEUU sigue siendo la primera potencia política, militar y económica del mundo, con la que mejor no meterse. El gobierno alemán ni siquiera ha pedido la retirada del embajador estadounidense en Berlín cuando este amenazó a las empresas alemanas para que se retirasen de Irán, entre otros actos intolerables. La guerra comercial de Trump ya está causando destrozos. A los nuevos aranceles de Washington para acero y aluminio la Unión Europea reaccionó con tasas selectivas para productos como las motos. Por ello Harley Davidson quiere trasladar parte de su producción fuera de EEUU, lo cual enfureció a Trump que anunció represalias –“será el principio del fin” de la empresa–. ¿Se imaginan semejante situación en otro país? En los últimos años, muchos políticos, comentaristas y empresarios nos han calentado las orejas con advertencias sobre la falta de seguridad jurídica y malas políticas económicas en lugares como la Bolivia de Evo, el Ecuador de Correa y la Argentina de los Kirchner, sin olvidar Venezuela, todos supuestos enemigos del libre mercado.
A Trump, sin embargo, parece que le está saliendo gratis la estrategia del palo y la zanahoria, esta última en forma de rebajas fiscales para empresas. En el Foro Económico de Davos en enero, un grupo de presidentes de multinacionales europeas claudicó ante Trump prometiendo aumentar su inversión en EEUU. Pero la respuesta del resto del mundo debería ser justo lo contrario: dejar de invertir allí para que este personaje nefasto no se salga con la suya.
@thiloschafer
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