Cuando escribo esta columna, Brenda aún no aparece. La familia la sigue buscando. Tienen la absoluta esperanza de encontrarla con vida. Brenda tiene 44 años. Esa edad en la que las mujeres creemos que tenemos menos riesgos, que a fuerza de los avatares de la vida nos dedicamos a cuidar a otros más que a nosotras mismas, especialmente cuando somos madres.
Todo el tiempo estamos concentradas en los hijos, en que no se caigan, en que no se enfermen, en que no se pierdan, en que nadie les haga nada malo. Somos la fuerza protectora, somos las cuidadoras, lo último que pensamos es que a nosotras nos desaparecerán.
Esa tarde del 25 de julio Brenda salió de la fundación donde le hacen terapias de rehabilitación a su hija de 14 años, una nena con parálisis cerebral infantil. No planeaba demorarse, iba a hacer una diligencia relacionada con una tutela para garantizar la salud de su niña. Se despidió de manera corriente, como cuando uno sabe que volverá, pero no regresó. Ha pasado más de una semana y cada día sin saber el paradero de Brenda es una tortura para la familia.
El miedo que sentimos las mujeres cuando salimos a la calle, se va disipando con el paso de los años. Suponemos que nos sabemos defender, que ya no somos bobas, que hemos aprendido a lidiar con los riesgos del camino. El problema es que en este camino se sofistican las prácticas criminales que, combinadas con la cultura machista y los voraces códigos del patriarcado, sigue convirtiendo el cuerpo de mujeres en presas con valor de cambio.
El pasado mes de junio otra mujer de la misma edad de Brenda desapareció en Barranquilla. Salió de un centro de salud hacia las 5.30 de la tarde y no se volvió a saber de ella hasta varios días después cuando fue encontrada en Medellín. Estaba desorientada y drogada, caminando por un matorral, cuando alguien notó su presencia y dio aviso a la Policía. Tenemos la confianza de que Brenda también será hallada pronto. Pero esto que está ocurriendo no podemos dejarlo pasar por alto. Que el alcalde Alejandro Char nos diga qué tenemos que hacer.
Cómo podemos estar seguras de que saldremos y volveremos a casa. Que nos lo diga el comandante de Policía. El Estado tiene la obligación de garantizar nuestra seguridad, nuestra vida, nuestra dignidad. Tiene la obligación de encontrarnos.
Ahora una nueva noticia narra la desaparición de otra mujer: Viviana Margarita Arteta Molinares dejó a su hijo en un centro asistencial de la carrera 49C con calle 80 desde el pasado lunes 30 de julio. A diferencia de Brenda, Viviana, según algunas versiones, habría dejado una carta en la que explica que se iba huyendo de las amenazas de su pareja. De cualquier forma, Barranquilla no es una ciudad segura para las mujeres. Qué vamos a hacer, Alejandro Char.
@ayolaclaudia
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