Son tan tensos los momentos actuales con la salida del Gobierno Santos y la acelerada entrada del Gobierno Duque antes de posesionarse, que es conveniente cambiar de tema y nada más apropiado que hablar del Campeonato Mundial de la Fifa. Lo más notorio es analizar lo que está pasando, no con los aficionados tradicionales a este deporte o con los hinchas de Colombia y de América Latina, sino con nuestros súper ocupados altos ejecutivos que nunca tienen tiempo de nada. El mensaje que transmiten es que por favor a nadie se le ocurra llamarlos cuando se está transmitiendo un partido, independientemente de qué parte del mundo sean sus jugadores, y menos si es de Colombia; interrumpirlos puede convertirse en un delito imperdonable.
Esta capacidad de aislarse del mundo para vivir a profundidad la emoción de estos partidos, lleva necesariamente a reflexiones profundas a aquellas que no logramos entender porqué las relaciones entre mujeres y hombres son tan complejas. Es tal la conciencia de que no serán nunca comunicaciones tranquilas, sino que la experiencia demuestra que en estas se pasa fácilmente de la felicidad a la crisis. Por ello, muchas personas mayores las evaden, porque ya conocen los costos, y a esas alturas los beneficios no se idealizan.
En la búsqueda de respuestas para ese libro sobre el amor –que me encantaría escribir cuando este país por fin permita vivir tranquilamente– he pensado seriamente qué tipo de preguntas darían luz sobre cómo hacer más fáciles las relaciones entre los hombres y las mujeres. La conclusión a la que he llegado es que si lográramos entender qué es lo que apasiona de esta manera a los hombres por el fútbol, comprenderíamos mejor cómo funcionan los sentimientos masculinos.
Obviamente este tipo de investigación no la podemos hacer en la misma forma como equivocadamente trabajamos estos temas las mujeres: con reuniones entre convencidas. Es decir, hablando entre nosotras. Necesariamente necesitamos a los hombres para que nos expliquen sus reacciones ante un gol, ante una tarjeta roja o amarilla; ante un autogol; en fin, ante cada uno de esos episodios que les permiten aislarse del mundo para concentrarse en el juego, aprenderse los nombres de los jugadores, conocer su historia. Es decir, ponerle pasión a este juego.
Por experiencia, debo aclarar que de esta pasión futbolera no se salvan ni los académicos, a quienes he visto alargar una conversación para explicar las razones del éxito o del fracaso de un equipo en un partido. Tampoco se salvan ni los mayores ni los viejos, que llegan a condicionar una invitación al hecho de que no interfiera con alguno de los partidos de este o cualquier otro mundial de este deporte. Por ello, mujeres desconcertadas por las actitudes de los hombres, que creo pueden ser la mayoría, analicemos su pasión por el fútbol y de pronto encontraremos esa vena que haría menos tortuosas las relaciones entre hombres y mujeres.
cecilia@cecilialopez.com
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