En 1971, Raymond Williams escribió su libro Los Medios de Comunicación Social, un texto clásico que contiene el pasado, presente y futuro de los medios y su influencia en los ciudadanos del común. Lo leí en 1975, un libro denso de este autor galés que se podría catalogar como “marxista culturalista”, porque se apartó de la ortodoxia para desarrollar un trabajo acerca de las implicaciones de la cultura en los procesos históricos que llevan al cambio social. Su lectura fue una iluminación en esa época en la que no había el desarrollo de los medios que hay ahora, al menos en nuestros lares, así que fue el profeta que anunció lo que íbamos a tener hoy. Sobre todo lo que tiene que ver con la evolución de la ideología dominante y cómo creamos nuestro punto de vista a partir de la información que percibimos.
Pude entender que ideología dominante es mucho más que un grupo hegemónico, de cualquier tinte político, enquistado en el poder y que impone las reglas de juego social; por el contrario, se trata de lo que hacemos el resto de los ciudadanos con la información que nos brindan. El grupo en el poder tiene la obligación de mantener su estatus y, por tanto, acude a la información para manipularla a su favor. El resto de nosotros tiene la opción de dejarse arrasar por ese poder, o tener una actitud crítica y analizar su texto y contexto.
Nuestra ideología dominante se ha convertido, la hemos convertido –a través de un proceso que nos ha tomado un poco más de medio siglo-, en una sociedad que se autoagrede de muchas maneras frente a un Estado fragmentado ideológicamente que no brinda el respaldo que requerimos y nos sentimos vulnerables. En ese contexto, las noticias no pueden ser las mejores y se va creando una cultura de la desesperanza que los medios de comunicación se encargan de reproducir de manera incesante hasta convencernos de ser una sociedad enferma que se autoaniquila.
No es fácil buscar la sanidad como individuos y como sociedad en medio de un caos que invita al egoísmo, al sálvese quien pueda. Pero en estos momentos se trata de una necesidad biológica, de una toma de conciencia, de reconocer que la visión de los medios condiciona la nuestra y marca lo que tenemos que pensar y decir. Es decir, los medios de comunicación en Colombia están frente al reto de seguir reproduciendo aquello que llama la atención por su truculencia y asegura un rating, o adoptar una actitud que propenda por otro tipo de información que nos ayude a cambiar de la cultura del llanto y el dolor a algo más amable que nos sirva para decir que existe otro país en el que se puede convivir de manera sana y promueva las acciones en ese sentido, de manera tal que nos invite a desarrollar entre todos un estilo de comportamiento autocrítico en el que Eros predomine sobre Thanatos.
¿Seremos capaces como sociedad de aspirar a esa utopía en la que nos va la vida?
haroldomartinez@hotmail.com
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