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Opinión

Poseerán la tierra

Se asoman a diario en las páginas de los periódicos, como los futbolistas, las actrices, los contratistas de Odebrecht o los políticos. De un tiempo para acá las páginas sobre mascotas y la publicidad sobre  productos para estos animalitos hacen parte de la agenda de los periódicos.

Para las mascotas hay clínicas, gimnasios, servicios funerarios, escuelas y medicina especializada. Además hay personas que han profesionalizado la actividad de sacar las mascotas de paseo por las calles y parques. A las mascotas las visten, se les reserva un lugar en el auto de la familia y en la cama familiar.

Cuando pasas por las calles de los barrios, en las ventanas no se asoman los niños sino los perros o los gatos; hoy se les tiene como compañía que aleja la soledad de la gran ciudad.

El fenómeno para hacer real el ambicioso sueño del papa Francisco: “Todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal”, (Laudato Si, 89). Es una fraternidad que estaría comenzando con los perros y gatos.

Pero toda esta ilusión se rompe y revela el lado siniestro del reinado de las mascotas, cuando se oye en tono de proclama: “Prefiero mi mascota a tener hijos”.

Una encuesta reciente lo sacó a la luz: son preferibles las mascotas porque no hacen pataletas cuando se les da una orden, las mascotas no exigen gastos de útiles ni de matrículas en colegios y universidades, con las mascotas no hay discusiones; el silencio de la mascota es una página en blanco en la que puedes escribir lo que quieras: significa amor, lealtad, desilusión, alegría, confianza, lo que quieras decir que dice el animalito.

Y así estamos entrando en un mundo cada vez más enmascotado y menos humano. Las mascotas dan la medida del trato a los humanos: a más amor por las mascotas, menos valoración de lo humano. El viejo principio del amor a los demás podría enunciarse de modo optimista: ama a los otros como amas a tu mascota que no piensa y solo siente, a la que no se educa sino que se la amaestra. Así, habrá menos niños en el mundo, pero sí más perros y gatos. El universo sonoro de los humanos no estará poblado de risas, gritos o llantos infantiles, sino de ladridos y maullidos; no vamos a un mundo más humano, sino de más y más mascotas.

Lo que hoy parece una moda inocente,  va mutando en moda deshumanizadora.

Progresivamente, y sin darnos cuenta, estamos construyendo un mundo cada vez menos humano y más instintivo, en el que el amor, el odio, los impulsos de venganza o de avaricia tienen la fuerza y la ceguera de lo instintivo.

En el reino de las mascotas –un paso adelante hacia el reino de los robots– se está progresando hacia la deshumanización.

Lo que hoy se ve como una moda, tan efímera como cualquiera de las modas, está resultando  un modo de vivir y de afrontar la soledad. También es una fuga ante los retos que plantean la vida y el amor cuando nace un nuevo ser humano. El reino de las mascotas seguirá creciendo así, con el apoyo de los que, por cobardía, le huyen a la vida y a sus compromisos.

Jrestrep1@gmail.com
@JaDaRestrepo

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