Hace poco hicieron un experimento entre personas que votaron por Trump: les mostraron al tiempo una foto el día de su posesión como Presidente y otra de Obama el día de la suya. La del segundo se veía a todas luces abarrotada hasta las banderas, sin embargo la gran mayoría aseguró que en la de Trump había mucha más gente. Tenían la evidencia al frente, la prueba reina de que a Trump lo acompañó ese día al menos un 20% de personas menos que a Obama, pero sabían que reconocer ese hecho era aceptar su equivocación. Negar en público una verdad puede ser un pequeño triunfo retórico, pero nada más. Y es peor cuando nos autoengañamos, negándonos a creer en la evidencia.
La gente solo cree lo que quiere creer. En el país hay incluso la idea de que “Si no dices las cosas exactamente como yo quiero oírlas es porque estás en mi contra”. Pero los hechos hay que analizarlos, no negarlos ni ocultarlos, esté uno a favor o en contra. Petro fue un excelente senador (lo reconocen hasta sus mayores enemigos) y en su paso por la Alcaldía de Bogotá se ganó el Baloto cuando Alejandro Ordóñez, buscando cerrarle las puertas en el futuro (que hoy es el presente), lo catapultó a ser lo que ahora tanto asusta. Es posible que sin Ordóñez Petro hubiera llegado al mismo lugar, pues le sobra la inteligencia que a Ordóñez le nubla el fanatismo, pero no se puede desconocer el “empujón” que el ex procurador le dio.
Desde que tumbaron la inhabilidad en su contra, el hombre de Ciénaga de Oro comenzó a coger mucha más fuerza de la que ya traía. Si fuera por la cantidad de seguidores en las redes, ganaría hoy las elecciones: tiene tres veces más que Fajardo, que es quien le sigue; y cuatro más que Vargas Lleras. Frente a sus dos millones ochocientos, Duque solo cuenta con alguito más de cien mil personas (este candidato nunca arrancó y todo lo que hay es Uribe). Las cifras de Petro las subestiman porque “ya vendrán las maquinarias y la compra de votos”, cuando en realidad son el indicio de que un cambio bien grande puede darse.
Los otros candidatos hacen alianzas que no sirven porque no salen del mismo discurso del odio, insignificante ante los problemas reales del país. Se quedaron en lo de siempre, como un disco rayado: el castrochavismo, Venezuela, las Farc, los gais. La derecha insiste en todas las formas de exclusión y de odio como único argumento de campaña. Petro, en tanto, lidera los debates, genera ideas, propone cambios y, sobre todo, le habla directamente a las clases populares, que exigen soluciones a sus propios problemas (por ejemplo, desmontar el negocio para privilegiados en que se han convertido la salud y la educación). Los pobres son más y los pobres también votan. Lo admiran, dicen, “porque no se ha visto untado en ningún escándalo de corrupción” y creen en sus propuestas porque “nos cumplió cuando fue Alcalde de Bogotá”.
Otra lectura del triunfo de Petro en las encuestas me la dio mi amigo más petrista: “No creo en ese resultado porque es perverso. Dicen que él va ganando para que todo el mundo lo ataque y lo saquen pronto del ring”. ¿Será que Uribe dijo que Petro lo asusta solo para asustar al país?
@sanchezbaute
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